Desde que empecé la universidad en 2008, han pasado muchas cosas en la educación superior de nuestro país. Mi promoción estrenó el grado en Historia en pleno inicio de la crisis económica. Vivimos de primera mano las grandes protestas anti-Bolonia, y a día de hoy el malestar continúa y con más motivos. Los recortes en investigación, las subidas de tasas, un profesorado cada vez más precario y unas becas cada vez más escasas no auguran un futuro muy acogedor.
En estos cuatro años he tenido tiempo de leer algunos libros y artículos para comprender un poco la naturaleza de esta institución y de los procesos de cambio que tienen lugar a día de hoy. Explicaré brevemente estas lecturas, que considero bastante útiles para aquél interesado en ver desde un punto de vista más global cuál es el objetivo de la universidad en el siglo XXI. No han sido en ningún modo sistemáticas, pero siempre he buscado explicaciones que intenten ofrecer un punto de vista crítico, ya que la enorme mayoría de los estudios que he encontrado no se cuestionan las premisas básicas de su discurso o están dirigidas a los mismos administradores de la universidad.

José Carlos Bermejo Barrera (2009) La fragilidad de los sabios y el fin del pensamiento. Madrid. Akal. 104 pp. Este otro libro del profesor Bermejo Barrera, se ofrece una buena interpretación sobre la evolución de los intelectuales, desde los griegos hasta el siglo XXI, desde el "conócete a tí mismo" hasta la "sociedad del conocimiento". El punto fuerte de este autor es su preocupación por el estado de las Humanidades. En este libro se profundiza la tesis (presente en todo su trabajo) que en la universidad ya no tiene sentido el proyecto humanista. Cuando se refiere al fin del pensamiento, se refiere a que la universidad ya no se preocupará por cultivar el conocimiento, sino que será un lugar destinado exclusivamente a desarrollar la teconología y poco más. Quizás sea excesivamente fatalista, pero da en el clavo al recordar que el discurso empresarial-tecnocrático que domina en los rectorados es una ideología como cualquier otra y que está llena de apriorismos fácilmente desmontables.
José Carlos Bermejo Barrera (2011) La maquinación y el privilegio: el gobierno de las univerisdades. Madrid. Akal. Este libro en el que se engloban varios artículos del doctor Bermejo Barrera ya lo reseñamos en otra entrada en este mismo blog.
Jordi Llovet (2011) Adiós a la universidad: el eclipse de las Humanidades (publicado originalmente en catalán). Barcelona. Galaxia Gutemberg. 408 pp. Llovet fue catedrático de literatura en la Universidad de Barcelona hasta el 2008, cuando decidió prejubilarse y abandonar las clases. La decadencia del estudio de la literatura y las Humanidades fueron los motivos aducidos para este retiro anticipado, durante el cual redactó este curioso libro en el que se despide para siempre, lleno de anécdotas y travesuras eruditas. En buena parte es una especie de autobiografía-memoria sobre sus años de juventud y madurez, y en mi opinión, creo que es la parte más provechosa (y divertida) del libro. Llovet explica cómo ha cambiado el mundo desde que entró en la universidad en 1965, y su testimonio personal e intelectual lo considero muy estimulante.
Ahora bien, las causas del "eclipse de las Humanidades" no me parecen demasiado originales. En resumen, Llovet señala al "progreso" como culpable de arrinconar la filosofía y la literatura. Quien sale peor parada, es la tecnología, culpable de simplificar y automatizar los procesos de aprendizaje que anteriormente requerían un esfuerzo intelectual que hoy en día se ha malogrado y desprestigiado. Llovet argumenta de manera impecable, invocando los argumentos de filósofos como Walter Benjamin o Hans-Georg Gadamer. El problema que veo es que está tan ocupado lamentándose del mundo que ha quedado atrás, que es incapaz de proponer algún cambio o de sopesar las ventajas que puede tener la democratización o la facilitación del acceso al conocimiento que celosamente guardaban esas élites intelectuales. Aunque el autor se declare progresista, a veces sus planteamientos suenan demasiado conservadores e inmovilistas. Eso no quita que haya reivindicaciones totalmente rescatables para nuestros días, como la idea de la universidad como una "sinécdoque", en la que todo lo que sucede en ella tiene una correspondencia con la sociedad. A diferencia de los estudiantes de los años 60-70, hoy en día sólo se ve la universidad como un lugar de paso para obtener su título (¡como si tener uno fuera garantía de empleabilidad inmediata!). Aún así, no deja de ser un libro de recomendable para todos aquellos que tengan amor por la filosofía o la literatura y que quieran oír las correrías de un viejo profesor.
Ahora bien, las causas del "eclipse de las Humanidades" no me parecen demasiado originales. En resumen, Llovet señala al "progreso" como culpable de arrinconar la filosofía y la literatura. Quien sale peor parada, es la tecnología, culpable de simplificar y automatizar los procesos de aprendizaje que anteriormente requerían un esfuerzo intelectual que hoy en día se ha malogrado y desprestigiado. Llovet argumenta de manera impecable, invocando los argumentos de filósofos como Walter Benjamin o Hans-Georg Gadamer. El problema que veo es que está tan ocupado lamentándose del mundo que ha quedado atrás, que es incapaz de proponer algún cambio o de sopesar las ventajas que puede tener la democratización o la facilitación del acceso al conocimiento que celosamente guardaban esas élites intelectuales. Aunque el autor se declare progresista, a veces sus planteamientos suenan demasiado conservadores e inmovilistas. Eso no quita que haya reivindicaciones totalmente rescatables para nuestros días, como la idea de la universidad como una "sinécdoque", en la que todo lo que sucede en ella tiene una correspondencia con la sociedad. A diferencia de los estudiantes de los años 60-70, hoy en día sólo se ve la universidad como un lugar de paso para obtener su título (¡como si tener uno fuera garantía de empleabilidad inmediata!). Aún así, no deja de ser un libro de recomendable para todos aquellos que tengan amor por la filosofía o la literatura y que quieran oír las correrías de un viejo profesor.
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