En
general, se propone una universidad mucho más exigente consigo misma,
que sea capaz de superar las lacras históricas que han caracterizado la
educación de nuestro país: endogamia de los
profesores, politización de las cátedras, mediocridad de los métodos docentes, el poco interés en financiar la investigación, etc. Lo bueno de este libro es que hace todo un programa de modernización, que debe ser sujeto a debate, pero que no deja de ser muy estimulante. Una reseña más extensa se puede leer aquí.
Eduardo González Calleja. (2009) Rebelión en las aulas: movilización y
protesta estudiantil en la España contemporánea 1865-2008. Madrid.
Alianza. 447 pp. González Calleja es doctor en Historia, profesor en la Universidad Carlos III y ha investigado muchos temas de historia social de
la España contemporánea. Rebelión en las aulas es un largo y
completísimo estado de la cuestión sobre los movimientos estudiantiles. A mi juicio, puede ser de muchísima utilidad para los historiadores, y también
para los estudiantes comprometidos que quieran aprender del pasado. El libro
tiene un capítulo introductorio en que se intenta establecer una tipología sociológica
de los movimientos estudiantiles, y viene seguida de los casos históricos. El carácter irregular y plural de estos movimientos es uno de
los problemas epistemológicos que plantean para las ciencias sociales. Los debates son todos muy interesantes, pero me
parece notable su visión como movimiento impredecible y catártico. Los
estudiantes universitarios han sido una minoría hasta hace poco, y su irrupción
en las calles siempre ha sido una escenificación enérgica e intensa
de las inquietudes que subyacen en la sociedad.
Su trascendencia siempre ha venido muy vinculada a su autopercepción como “colectivo autónomo” capaz de ponerse en contacto con otros movimientos sociales. Pero al mismo tiempo, ahí está su particular “talón de Aquiles”, como dice el autor. La históricamente débil coordinación con grupos políticos como los movimientos obreros siempre ha sido el momento crítico, en que muchas veces las aspiraciones de cambio han acabado por desmoronarse. Las vacaciones, el fin de los estudios, la represión, la cooptación desde las autoridades o el cambiante grado de politización de los alumnos son algunos de los factores que siempre los han condicionado.
Del libro de González Calleja pueden extraerse varias lecciones, de la que yo destaco: la trascendencia de los movimientos de estudiantes sólo se da cuando los mismos estudiantes se ven a sí mismos como una parte diferenciada de la sociedad con capacidad de arrastrar a los demás colectivos. Aparte de esta conclusión que extraigo (personal e ideologizada) es un magnífico estudio para aprender qué hacían los estudiantes españoles en el pasado y cómo la universidad fue durante mucho tiempo un cruento campo de batalla entre ideologías.
Su trascendencia siempre ha venido muy vinculada a su autopercepción como “colectivo autónomo” capaz de ponerse en contacto con otros movimientos sociales. Pero al mismo tiempo, ahí está su particular “talón de Aquiles”, como dice el autor. La históricamente débil coordinación con grupos políticos como los movimientos obreros siempre ha sido el momento crítico, en que muchas veces las aspiraciones de cambio han acabado por desmoronarse. Las vacaciones, el fin de los estudios, la represión, la cooptación desde las autoridades o el cambiante grado de politización de los alumnos son algunos de los factores que siempre los han condicionado.
Del libro de González Calleja pueden extraerse varias lecciones, de la que yo destaco: la trascendencia de los movimientos de estudiantes sólo se da cuando los mismos estudiantes se ven a sí mismos como una parte diferenciada de la sociedad con capacidad de arrastrar a los demás colectivos. Aparte de esta conclusión que extraigo (personal e ideologizada) es un magnífico estudio para aprender qué hacían los estudiantes españoles en el pasado y cómo la universidad fue durante mucho tiempo un cruento campo de batalla entre ideologías.
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