Se impone, más que nunca, el rigor crítico para desvelar falsas legitimaciones, los nexos artificiales que se establecen entre pasado y presente. Por lo pronto, se trata de penetrar en las entrañas de la construcción de los mitos. Estos nacen y mueren en función de lógicas históricas e ideológicas. La misión del historiador es separar el grano de la cizaña. Los mitos no deben ser otra cosa que objetos históricos en sí mismos examinados bajo el prisma de la razón y desde la exigencia de la honestidad. Se trata de demostrar su relativismo histórico, la multiplicidad de lecturas funcionales que ofrecen a lo largo del tiempo y en función de la identidad de sus intérpretes.

Ricardo García Cárcel en La herencia del pasado. Premio Nacional de Historia (2012)

... nuestro destino era PRESTAR ATENCIÓN Y DESCANSAR en cada una de las minúsculas revelaciones que se habían ido abriendo a nuestro paso; cada una de las cuales, a su vez, nos aconsejaba no buscar ningún destino, ni mucho menos un destino feliz. Sólo de ese modo se lucha contra la asfixia y la angustia del tiempo y del dueño de la cortinilla; prestando atención a lo que se ENCUENTRA, y no a lo que se BUSCA.

Félix de Azúa en Historia de un idiota contada por él mismo (1986)

Cuando el saber se especializa, crece el volumen total de la cultura. Ésta es la ilusión y consuelo de los especialistas. ¡Lo que sabemos entre todos! Oh, eso es lo que no sabe nadie!

Antonio Machado en Juan de Mairena (1936)

History has many cunning passages, contrived corridors
And issues, deceives with whispering ambitions,
Guides us by vanities

T. S. Eliot en Gerontion (1920)


martes, 10 de diciembre de 2013

Lliçons d'Època Moderna II - Catalunya dins la Guerra de Successió




Los profesores del departamento de Historia Moderna de la Universitat de Lleida, Antoni Passola y Maria José Vilalta, organizaron una jornadas dedicadas a la Guerra de Sucesión en Cataluña.  La elección del tema no podía ser más oportuno: hace ya casi un año que el tema de la derrota catalana en 1714 ha llenado el escaso espacio que los medios reservan a cuestiones históricas. Cada gesto político del actual gobierno de CiU-ERC ha ido acompañado de un relato que ha acudido sin complejos a su particular Numancia "dieciochesca". Sólo hace falta ir a una librería para ver cómo se ha llenado de novedades y reediciones de todo tipo, en las que no faltan novelas históricas escritas por políticos y cuadernos ilustrados para niños. Aunque hay interesantísimas opciones, me parece que lo que más abunda es aquello que Alberto Reig Tapia llamaba "historietografía", en referencia a los libros que escribía Pío Moa o César Vidal sobre la guerra civil española.
Frente a utilizaciones interesadas y lecturas sesgadas, quizás lo mejor que pueden hacer los historiadores universitarios es ofrecer los resultados de sus investigaciones. Delante de la liturgia nacionalista auspiciada por los medios y los partidos políticos, la universidad tiene que ser el foro de un debate científico que se mantenga alejado de reivindicaciones partidistas y afirmaciones maniqueas.
Con esta idea en mente, se iniciaron estas Lliçons que tuvieron lugar en la Sala Víctor Siurana. El 13 de noviembre contamos con la presencia de María Victoria López-Cordón, que desarrolló un sucinto repaso de todo el período que va desde el reinado de Carlos II hasta el establecimiento de la Nueva Planta. La idea de "complejidad" estuvo muy presente en su presentación: el proceso por el cual la Monarquía Hispánica cambió de dinastía fue un proceso lleno de contingencias, indecisiones y oportunidades. Las opciones borbónicas y austracistas estuvieron redefiniéndose constantemente, y no fueron bloques compactos y aislados a los que los individuos se adhirieran de manera espontánea. La dimensión civil del conflicto dividió a familias y territorios, por motivos sujetos a numerosas variables. Ahora bien, el fin del conflicto representó una derrota y una victoria clara: los decretos de Nueva Planta y los cambios en la estructura administrativa bloquearon la posibilidad de cualquier alternativa o reconciliación.

Foto de Cristina Ardanuy


El día 4 de diciembre tuvimos la oportunidad de disfrutar de un programa doble sobre la Guerra: Carlos Martínez-Shaw nos habló de su dimensión europea y mundial, mientras que Joaquim Albareda se centró sobre todo en el desarrollo que esta tuvo en Cataluña, pero sin olvidar el resto de la Corona de Aragón.
Carlos Martínez-Shaw hizo un repaso de los hechos militares y políticos que, aunque estuviesen lejos de la Península, no dejaron de condicionar las decisiones que ambos bandos tomaban sobre España. Los reyes de Francia, España e Inglaterra, así como el emperador de Austria, eran perfectamente conscientes de que detrás del trono español estaba el tesoro de las Indias. El Caribe y el Atlántico Norte fueron el teatro de numerosas operaciones militares, y los tratados de Utrecht dejaron al reino de España con una posición frente a los demás reinos europeos bastante desventajosa. La Guerra de Sucesión, de este modo, marca el fin de una era y el inicio de otra, caracterizada por el equilibrio entre las monarquías europeas, pero que se saldó finalmente con Gran Bretaña como gran potencia colonial.
El profesor Albareda retomó esta conclusión, al comentar que la guerra fue iniciada y finalizada cuando le dio la gana a los ingleses. Aunque esta afirmación fuera dicha con tono jocoso y con las risas del público, problemente contenga bastante verdad. Su exposición se centró en los motivos que llevaron a las instituciones catalanas a retirar su lealtad a Felipe V y a adaptar la postura que entendemos como "austracismo". Para Albareda, los motivos de este apoyo a la casa de Austria (sobre la cual pudiera decirse que los catalanes no tenían demasiados motivos para estar contentos) se debió a la concepción constitucionalista y pactista del gobierno que había germinado en la ciudad de Barcelona. Esta forma de hacer política ponía el poder en las instituciones representativas de la nobleza, y  especialmente, de los sectores burgueses en auge. Albareda enfatiza en que esto no debe entenderse como una continuidad o refuerzo del feudalismo, sino como una especie de republicanismo, que incluso puede compararse al de ciertas ciudades-Estado italianas. Por otro lado, en Valencia, la guerra tuvo un carácter de revuelta popular y antiseñorial que los propios nobles partidarios de Carlos de Austria se vieron obligados a reprimir. Sin embargo, la derrota militar y la defección de las potencias aliadas impidieron cualquier esperanza de pacto.
Hay varias cuestiones a nivel general que se plantean. En primer lugar, una cosa que me ha llamado la atención es que estos tres historiadores siempre realizaban su exposición a partir de una serie constante de definiciones negativas y de matizaciones. La Guerra de Sucesión no fue exclusivamente un conflicto entre Castilla y Aragón, el felipismo o el austracismo no fueron bandos monolíticos, la centralización no fue exclusivamente llevada a cabo por agentes castellanos, etc. Abundaban las matizaciones y puntualizaciones sobre los estudios precedentes. En mi opinión, esto se debe a que las investigaciones han sido muy recientes y todavía quedan bastantes interrogantes, especialmente sobre los años posteriores del siglo XVIII. A mi parecer, la historiografía ha avanzado notablemente (los tres ponentes son un ejemplo de ello) pero quizás falta la articulación de una visión más global y resuelta que permita enmarcar el advenimiento de la dinastía borbónica en un proceso más amplio. Actualmente, la idea de "monarquía compuesta" está totalmente asentada y atrás quedan las interpretaciones que hablaban sin reparos de un "imperio español" como un cuerpo indivisible. Lo mismo ha sucedido con la noción de "decadencia". Actualmente, ya no se habla de la España de Carlos II como aquél caos presidido por un "rey hechizado". La idea elaborada por los marxistas de una "crisis general del siglo XVII" ha sido ampliamente cuestionada. Sin embargo, parece que no se dispone de una reformulación de un modelo explicativo nuevo. John Elliott se refería a la necesidad de buscar una "explicación fuerte" de la historia, que superase la creciente fragmentación de las investigaciones.
En segundo lugar, abordar la Guerra de Sucesión como un momento de cambio nos lleva irremediablemente a tener que valorar problemas que se manifiestan con mayor fuerza a lo largo de todo el siglo XVIII. En el nuevo sistema borbónico, conviven rupturas y continuidades con el período anterior que ilustran muy bien dónde estaban los límites del Estado moderno. El "absolutismo" o el "despotismo" ilustrado han sido examinados a la luz de las nuevas investigaciones que resaltan la importancia de la venalidad y de las redes sociales entre familias (véanse los estudios de Imízcoz Beunza). El Estado ya no parece como un punto de llegada de la "racionalidad", sino que se interpreta como el vehículo de expresión de unas oligarquías locales que reformularon sus lazos de conveniencia con la corte (como queda patnente el caso de los navarros). Y desde luego, surge la necesidad de estudiar la vertebración de este nuevo modelo de monarquía centralizada conjuntamente con la colonización americana, como ha señalado Antonio Miguel Bernal en su libro España, proyecto inacabado: costes/beneficios del imperio.
Retomando el tema específico de las Lliçons, quizás sería interesante avanzar hacia una interpretación a nivel mundial de lo que significo la Guerra de Sucesión y el reequilibrio de poderes que surgió de Utrecht en 1713. Justamente, la lectura interesada políticamente de este episodio mantiene el error de base que es leer el pasado peninsular en clave nacional (sea la nación española o la nación catalana). Si las dinámicas imperiales del reino de España y de Gran Bretaña condicionaron la actuación desde el inicio de la guerra, quizás tengamos que ponerlas a la cabeza de nuestra explicación histórica. Por por poner un ejemplo de sobras conocido, no es para nada "casual" que la reforma de los Decretos de Nueva Planta se hiciera en 1707, el mismo año en que los parlamentos de Inglaterra y Escocia aprobaban la "Union Act" por la que se formaba lo que conocemos hoy como Gran Bretaña.
María Victoria López-Cordón, Carlos Martínez-Shaw y Joaquim Albareda hicieron la recapitulación de un proceso que tenido consecuencias muy profundas, algunas de la cuales duran hasta hoy en día. Aunque hayan pasado trescientos años, este pasado continúa vivo. Frente a la retórica nacionalista y partidista que emborrona nuestro conocimientos, lo mejor que puede hacerse es abordar el pasado con la actitud de trabajo y espíritu crítico que estos tres historiadores tuvieron la oportunidad de darnos estos días.

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