Se impone, más que nunca, el rigor crítico para desvelar falsas legitimaciones, los nexos artificiales que se establecen entre pasado y presente. Por lo pronto, se trata de penetrar en las entrañas de la construcción de los mitos. Estos nacen y mueren en función de lógicas históricas e ideológicas. La misión del historiador es separar el grano de la cizaña. Los mitos no deben ser otra cosa que objetos históricos en sí mismos examinados bajo el prisma de la razón y desde la exigencia de la honestidad. Se trata de demostrar su relativismo histórico, la multiplicidad de lecturas funcionales que ofrecen a lo largo del tiempo y en función de la identidad de sus intérpretes.

Ricardo García Cárcel en La herencia del pasado. Premio Nacional de Historia (2012)

... nuestro destino era PRESTAR ATENCIÓN Y DESCANSAR en cada una de las minúsculas revelaciones que se habían ido abriendo a nuestro paso; cada una de las cuales, a su vez, nos aconsejaba no buscar ningún destino, ni mucho menos un destino feliz. Sólo de ese modo se lucha contra la asfixia y la angustia del tiempo y del dueño de la cortinilla; prestando atención a lo que se ENCUENTRA, y no a lo que se BUSCA.

Félix de Azúa en Historia de un idiota contada por él mismo (1986)

Cuando el saber se especializa, crece el volumen total de la cultura. Ésta es la ilusión y consuelo de los especialistas. ¡Lo que sabemos entre todos! Oh, eso es lo que no sabe nadie!

Antonio Machado en Juan de Mairena (1936)

History has many cunning passages, contrived corridors
And issues, deceives with whispering ambitions,
Guides us by vanities

T. S. Eliot en Gerontion (1920)


viernes, 28 de febrero de 2014

El diálogo de sordos: 1707 y 2014



Uno de los principales problemas en el debate actual sobre la posibilidad de un referéndum en Cataluña es la falta de un marco común de discusión entre la Generalitat y el gobierno central. Desde Madrid, se ha apelado siempre a la Constitución como marco legal irrompible frente a las pretensiones de autodeterminación. Por otro lado, los partidos favorables a la consulta han partido desde un "dret a decidir" que vendría legitimado por la mayoría social independentista que se ha manifestado en eventos como el 11 de septiembre de 2012 o la Vía Catalana. Por tanto, quedan dos posturas: una "legal" que se erige como inamovible y que defiende la unidad de España, y una "política" que se erige como representante de la auténtica voluntad del pueblo catalán. Las posiciones que han propuesto un punto de encuentro común, (una reforma de la Constutición, la "tercera vía", o un modelo federal) no han prosperado hasta ahora. Quedan por tanto dos lenguajes, dos universos cerrados en sí mismos, cada vez más autorreferenciales.
Ahora bien, me gustaría llamar la atención sobre cómo esta situación de bloqueo se dió en unos términos parecidos entre las Cortes de 1705 y la batalla de Almansa en 1707. No me interesa en lo más mínimo trazar paralelismos, ya que la manera de hacer política en el XVIII tiene afortunadamente muy poco que ver con la actual. Además, eran unos años de una cruenta guerra dinástica por lo que hay que tener en cuenta que la victoria del bando borbónico se decidió por las armas. Lo que sí me interesa destacar es cómo los argumentos que por aquél entonces se utilizaron tanto para justificar como para condenar la derogación de los fueros de la Corona de Aragón se parecen.

El libro Gobernar la ocasión: preludio político de la Nueva Planta de Jose María Iñurritegui es una explicación muy detallada del proceso que llevó a los hombres que rodeaban Felipe V a romper con la estructura polisinodial de la Monarquía Hispánica. El autor utiliza principalmente las cartas que se intercambiaban los diplomáticos y hombres de Estado, aunque también recurre a los tratados políticos publicados en esa coyuntura. Aunque los hombres, los motivos y las palabras sean diferentes, es sorprendente encontrarse con situaciones que se prestan tan fácilmente a la tentación presentista. La vertebración de la monarquía era objeto de una gravísima preocupación, y el estallido de una guerra entre dos reyes que se proclamaban como legítimos no hizo más que agravarla.



Con la lectura del trabajo de Iñurritegui, uno puede comprobar como desde la rebelión de los reinos de Aragón, se fueron rompiendo todos los posibles puntos de acuerdo entre ambas facciones. Los hombres que rodeaban a Felipe V eran conscientes de que era necesario dar un giro radical a la estructura de gobierno de la Monarquía. Melchor de Macanaz fue uno de los individuos que más se esforzó en plantear un modelo de reformas realizable. Jurista de formación y regalista convencido, consideraba que la Monarquía Hispánica era estructuralmente inestable. La guerra de Sucesión y la rebelión de los reinos de Aragón era para él un ejemplo más de la equivocada vertebración del territorio, en la que un rey sin autoridad había de hacer frente a una maraña de jurisdicciones. Según Macanaz, el estallido de una guerra abría la posibilidad de acabar de una vez por todas con una situación de inestabilidad que se había originado con los Reyes Católicos. La solución pasaba por suprimir los privilegios, fueros y constituciones de los reinos de Aragón para imponer las leyes castellanas. El recuerdo de la crisis 1640, que se saldó con la pérdida de Portugal y que hizo peligrar la unidad de la monarquía, todavía estaba presente en los hombres que vivían en los primeros años del siglo XVIII. Las ideas de Macanaz, argumentadas convincentemente, sedujeron a los asesores que rodeaban a Felipe V. Los "decretos de Nueva Planta" empezaban a entonces a cobrar una forma cada vez más nítida.
Esta opinión había calado bastante hondo, y la marcha de los acontecimientos parecía darles la razón. El bando borbónico estaba totalmente convencido de que después de la rebelión de los reinos era necesario dar un castigo ejemplar. Los catalanes, aragoneses y valencianos rompieron el juramento de fidelidad a Felipe V, al nombrar al Archiduque Carlos de Austria como Carlos III de España y al consentir el desembarco de los ejércitos anglo-holandesas en la Península. Tobías de Bourk, un noble irlandés que militó en el bando borbónico y amigo personal de Macanaz, se expresaba así:
Si on profitte bien de cette ocasión c'est l'unique moyen de faire le Roy d'Espagne maître absolu et effectif de ces provinces au liey qu'il n'en avout auparavant que le nom; il pourra y faire vivre ses tropues a discretion pendant quelque temps, désarmer ce peuple inquiet et muttin, abollir leurs extravagants privileges et les obligar à entretenir a l'avenir un certain nombre de troupes (Carta dirigida al Marqués de Torcy, diplomático francés y nieto de Jean Baptiste Colbert, del 30 de septiembre de 1705, Madrid. Citada en Gobernar la ocasión, p. 50, nota 40.).

Ahora o nunca, parece decir. La fidelidad no podía recuperarse. Sólo cabía el derecho de conquista, es decir: atacar, arrasar, castigar a los traidores, e imponer a la voluntad regia. Para los que opinaban como él, este era el momento de hacer que el rey mandase de verdad, fuera de espejismos pactistas. 
Sin embargo, el Consejo de Aragón (el órgano supremo de gobierno de los reinos de Aragón, Valencia y Cataluña) todavía creía que podía evitarse esto. En las "consultas" con el rey, los diferentes magistrados pidieron repetidas veces al rey que desechase la idea de tratar los territorios como una zona de conquista. Entendían que algún tipo de castigo tendría que haber, pero que no podían fulminarse unos "derechos históricos" de un día para otro. Para ellos, esto equivaldría a romper con la naturaleza contractual sobre la que se levantaba la misma esencia de la Monarquía Hispánica. Sin embargo, pese a esta resistencia, el curso de la guerra acabó llevando a los aristócratas que representaban al reino de Aragón a dejarse de exigencias, y a pedir la clemencia y el perdón del monarca. El 25 de abril de 1707 el ejército del Archiduque se enfrentó al de Felipe V y Luis XIV en los campos de las afueras de Almansa, cerca de Albacete. La victoria del Borbón fue arrolladora. En verano las tropas ya habían ocupado el reino de Valencia y Aragón.
Al leer el trabajo de Iñurritegui uno puede ir siguiendo como el lenguaje utilizado tanto por el Consejo de Aragón como por los felipistas testimonia la quiebra de cualquier consenso. Sin embargo, lo que me interesa destacar aquí es cómo hubo una dinámica parecida a lo que señalaba al inicio de este texto. Había dos discursos políticos, dos maneras de entender la gobernanza de la monarquía que se enfrentaron entre ellas con desastrosos resultados. Por una lado, los felipistas estaban convencidos de que la única soberanía  verdadera era aquella que procedía del rey. Según esta visión, desmantelar los derechos de los reinos era un acto totalmente legítimo, más aún cuando estos habían cometido el delito de rebelión y traición. Abolir las leyes era una manera no sólo de ejercer la soberanía del monarca, sino de instituirla tal y como la entendían aquellos que estaban influenciados por el absolutismo francés. La situación excepcional de guerra civil exigía decisiones excepcionales.
Por otro lado, estaban los nobles y juristas de la Corona de Aragón que se negaban a reconocer esta argumentación. Para ellos, el poder del rey sólo era legítimo cuando era pactado con las Cortes. Si Melchor de Macanaz era el referente intelectual de los felipistas, los de los que deseaban evitar una ruptura traumática eran Pedro de Portocarrero, autor de Theatro Monarchico de España, y Francisco Solanes, autor de El emperador político y Política de emperadores. Según estos, la monarquía había de basarse en el mutuo acuerdo entre los consejos y el dominio real, en una relación "amorosa" entre el señor y sus vasallos. Al igual que Macanaz, acudieron a ejemplos históricos para demostrar que la única manera de sostener la delicada arquitectura del imperio español era mediante la negociación y el pacto.
El Consejo de Aragón llegó a pedir que se considerase una vía "de Estado" para resolver el conflicto: si la abolición de los fueros era inevitable, al menos esta había de hacerse desde un punto de vista "estatal", es decir, como parte de un programa más amplio de reformas, no como un mero castigo. Sin embargo, esto ya era inútil, porque mientras el Consejo realizaba esta solicitud, el secretario de Despacho ya estaba preparando cómo se haría el traslado del sistema jurídicocastellano al reino de Valencia. La administración felipista, consciente de que el cambio de las reglas del juego no sería aceptado por los representantes de los reinos castigados, realizó su plan en secreto y con muy poca transparencia. 
Lo que unos consideraban como evidente e incontestable, no era así para los otros. Para unos, la voluntad del rey estaba por encima del derecho de los territorios. Ni siquiera la clemencia o el perdón tenía lugar: Macanaz y los diplomáticos franceses consideraban que otorgar un indulto a los territorios rebeldes desembocaría más tarde en otra rebelión necesariamente. Michel-Jean Amelot, embajador de Luis XIV en España, llegó a proponer la destrucción de Barcelona como una forma de evitar futuros levantamientos. Para los otros, desmantelar sus constituciones era un acto abusivo de tiranía y prepotencia que rompía con la convivencia de los reinos hispánicos. La rebelión se asumía como un acto de legítima defensa o como una reacción irreflexiva de unos pocos.
Es en este mismo punto donde quiero volver a nuestro presente, en la constatación de dos lenguajes incongruentes e inconmensurables, de dos discursos que se ignoran mutuamente, que sólo buscan apoyos internos y que se desprecian por igual. Al fin y al cabo, tanto en el siglo XVIII como en el XXI continuaba en juego un mismo problema (salvando las distancias): la organización política del Estado español.
Una metáfora que ha tenido un éxito importante entre los que se oponen al referéndum de autodeterminación de Cataluña es la del semáforo en rojo. En la actual Constitución española, pretender la autodeterminación de un territorio es un delito, por lo que sería como querer saltarse los semáforos en rojo. Hasta aquí todo bien, pero resulta cómico cómo los valedores de esta metáfora se empeñan en sacarla cuando justamente lo que está a debate es la conveniencia actual de esas mismas leyes . Siguiendo el rollo del semáforo, el "problema de Cataluña" lo que cuestiona es la validez de todos los signos de tráfico, incluídas las lucecitas del semáforo.
Portadas del 13 de diciembre de 2013
Sin embargo, los "soberanistas" no ayudan mucho a desbloquear el debate con la repetición sostenida del "derecho a decidir" o del mantra "volem votar". El independentismo es un movimiento político que quiere un Estado propio para Cataluña. Si los habitantes de un territorio se sienten partícipes de una nación por motivos culturales, es muy difícil negar esa dimensión. Y no digamos cuando se juntan reivindicaciones políticas y económicas que no han sido resueltas satisfactoriamente, que además afectan a las demás Comunidades Autónomas. 
Sin embargo, la invocación de una mayoría social frente a un gobierno que pretende negarla a partir de la una carta magna inquebrantable es una situación absurda e insostenible. Absurda, porque son dos argumentos incongruentes que no se contestan entre ellos. Insostenible porque ambos amenazan con medidas drásticas si no se hacen caso. En Cataluña, los partidos catalanes favorables a la autodeterminación han puesto fecha a una consulta, aunque en el debate público ha aparecido constantemente la posibilidad una "declaración unilateral" que vendría legitimada por unas elecciones plebiscitarias. Desde Madrid, el gobierno de Rajoy sólo ha llamado a la Constitución, y desde sectores más ultras se propone suspender la autonomía. La "tercera vía" federalizante tiene importantes contradicciones y sus defensores cada vez reciben menos credibilidad. Por tanto, se reducen así las posibilidades de evitar el famoso "choque de trenes".  
En mi opinión, conseguir un lenguaje común sería un objetivo más razonable. No es mi intención defender aquí un supuesto federalismo (bastante imposible de realizar, vista la "experiencia histórica"), sino plantear la necesidad de un punto de encuentro. La confrontación dinástica entre Austrias y Borbones se resolvió por la vía de las armas en 1707, en el contexto de una guerra de alcance europeo y atlántico que en la Península Ibérica acabó en guerra civil. En la actualidad, por fortuna nos encontramos en un contexto muy diferente, donde existe una cosa llamada Estado de derecho, con libertades y constituciones, en el marco de un capitalismo financiero globalizado. Sin embargo, aún con todas estas reservas para no caer en presentismos manipuladores, me resulta bastante inquietante comprobar cómo se repite el mismo esquema del diálogo de sordos.

sábado, 15 de febrero de 2014

El país como negocio



El partido socialista es el partido de los fracasados y los zascandiles como nosotros. Primero quisimos hacer la revolución y al final nos hemos quedado con el Estado del bienestar. Yo voto socialista, por supuesto; los demás son peores. Incluso es posible que el PSOE vuelva a ganar. Pero como ganará por el voto de los inútiles, lo seguirá haciendo fatal y durará poco. Bebió un sorbo de cerveza y continuó: El partido socialista se basa en la falta de ideales. Ni la santa tradición ni la revolución permanente. Sólo gestión y distribución. Poco estimulante, salvo que sea novedoso, como en España. Todo nos parece bien comparado con lo que hemos tenido. Pero cuando nos acostumbremos, veremos que detrás de la práctica diaria no hay nada. Peor aún: le veremos las interioridades al partido y no nos gustarán. Un gobierno sin ideología ha de mantener un nivel muy alto de eficiencia y de honradez, y eso no está al alcance de nadie. En cuanto hayan puesto la casa en orden y la gente vea que poco o nada cambia, vendrán las viejas retóricas y los harán a un lado. Embarcarse con ellos es ir de cabeza al fracaso. Esto por lo que se refiere a los socialistas en general. Aquí el panorama es aún peor. Cataluña es ingobernable. Durante siglos hemos funcionado a nuestro aire, sin estamento político, y no estamos preparados para encajar en una estructura de poder. Estamos acostumbrados a vivir en la periferia de un Estado incompetente y a sobrevivir a base de pactos secretos, acuerdos tácitos y chanchullos disimulados, bajo el velo de un nacionalismo sentimental, autocompasivo y autocomplaciente. En Cataluña la política es un circo de pulgas para un público embrutecido por el fútbol y el virolai. Jordi Pujol entiende la situación y por eso gana y volverá a ganar. Su partido no es tal partido, sino una asociación de hombres de negocios que dirigen el país como lo que es: un negocio.




Eduardo Mendoza, Mauricio o las elecciones primarias, Seix Barral, 2007.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Lealtad e interés

Para él no había existido otro universo que el de una faena ruda, a veces violenta, siempre indeseable. No había conocido la guerra civil más que como la conocen los niños, como vida natural y juego, como muerte y hambre merecidas, puesto que a los niños no les es posible conocer otra vida anterior o distinta a la que reciben con el bautismo. Tampoco los cuarenta años de dictadura franquista fueron para él una cadena de crímenes y asesinatos y torturas, porque él no conocía otra historia, no otra sociedad, no otra nación que la suya. No vio, no leyó, no le hablaron de nada distinto de lo que veía, leía y oía todos los días en los periódicos, con los amigos, por la radio. Ignoraba por tanto, todo cuanto se apartara un milímetro de su más inmediato entorno y jamás creyó que hubiera otro juicio, otra moral, otra recompensa o castigo que la derivada de la confianza y el interés de sus superiores. El respeto, el agradecimiento o la admiración, no; sólo la confianza o el interés. Ser un hombre de confianza, o de toda confianza, era lo máximo a que se podía aspirar en aquel que para él equivalía al Cosmos.
El dinero era consecuencia de lo anterior. Si uno se ganaba la confianza de los superiores, entonces uno podía ganar dinero. No mucho, sólo un poco. Todavía en 1980 el mucho dinero en manos de un infeliz resultaba peligroso. No porque el dinero fuera más o menos legal, ya que todo el dinero de España era total y rotundamente ilegal, sino porque todavía en 1980 los pobres carecían de permiso para acceder a las grandes fortunas. Si deseaban mantenerse con vida, los pobres debían andarse con ojo para no acumular mucho dinero. El club de los potentados sólo se abrió en 1982. En consecuencia, Lucena se había limitado a llevar un discreto negocio, nada exagerado.

Félix de Azúa, Demasiadas preguntas, Barcelona, Anagrama, 1994, pp. 138-139.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

En la vigilia del "Espanya contra Catalunya"



Mañana es el día del polémico simposio de "Espanya contra Catalunya". De momento, hasta el día anterior, no he escuchado más que ruido mediático haciendo énfasis en la mala elección del título o en las críticas que se hecho desde diversas personalidades o instituciones. Tanto Jaume Sobrequés (organizador), como Josep Fontana (quien dará el discurso de apertura) han defendido el simposio con diversos argumentos. El primero es que es un congreso sobre una realidad "indiscutible", "objectiva". El segundo es que es una reunión científica que se realiza con la presencia de historiadores reputados. El tercero es que se ha saltado a la carga contra el Simposio cuando todavía no se ha celebrado, evidenciando así la animadversión que desde ciertos sectores se tendría hacia que Cataluña discuta su pasado.
Los tres argumentos me parecen muy flojos y bastante deshonestos. Y no hace falta ser un furibundo españolista para sentir que este simposio tiene elementos bastante indefendibles. El historiador trabaja con el lenguaje. Aunque su trabajo responde a una realidad pasada, cuando un historiador se sienta a escribir no dispone más que de conceptos y razonamientos para darse a entender. Así que,en un ejercicio de sensibilidad masoca, vamos a intentar mirar de cerca las palabra. A lo mejor, habrá alguien que pueda creer inútil llamar la atención sobre cuestiones que son obvias. Pero a mí no me lo parece tanto. Manipular en historia sale barato y es muy fácil. Basta apenas un simple gesto, omitir según que adjetivos o introducir según que verbos para cambiar la fortuna de imperios y generaciones enteras. Más vale tener cuidado con lo que se escribe, especialmente, cuando ese pasado parece estar más vivo que nunca.
Vayamos al tríptico: 

Amb motiu de la commemoració del tres-centè aniversari de la caiguda de la ciutat de Barcelona en mans de les tropes de Felip V, el Centre d’Història Contemporània de Catalunya del Departament de la Presidència de la Generalitat de Catalunya i la Societat Catalana d’Estudis Històrics de l’Institut d’Estudis Catalans convoquen el simposi "Espanya contra Catalunya: una mirada històrica (1714-2014)". L’objectiu és analitzar amb criteris històrics, des del segle XVIII fins als nostres dies, les conseqüències que ha tingut per al país l’acció política, gairebé sempre de caire repressiu, de l’Estat espanyol en relació amb Catalunya. L’anàlisi tindrà n caràcter transversal des del punt de vista temàtic, cronològic i disciplinari, amb participació d’historiadors, economistes, juristes, sociòlegs i lingüistes. Els diversos ponents analitzaran les condicions d’opressió nacional que ha patit el poble català al llarg d’aquests segles, les quals han impedit el ple desenvolupament polític, social, cultural i econòmic de Catalunya.
El subrayado indica donde se comete la trampa. Es bastante sospechoso plantearte analizar las consecuencias de una acción política, y acto seguido, afirmar que estas han sido gairebé sempre de caire repressiu. De momento, ya se está introduciendo un prejucio. ¿La relación del Estado español con la burguesía y las oligarquías locales del siglo XIX sería represiva? Podemos considerar de "caràcter repressiu" el establecimiento de unos Estatutos de Autonomía? Desde luego, hay episodios represivos. Pero adelantarse y poner este inciso cuando se está anunciando el tema sobre el que se va a investigar significa adelantar conclusiones. Luego, se mencionan unas condicions d’opressió nacional que han impedido que Catalunya se desarrollase plenamente en todas sus vertientes. Otra afirmación que no me parece muy sostenible: considerar que los obstáculos del desarrollo integral de Cataluña se deben a la opresión "nacional" es algo que hace aguas... Los elementos que impidieron el ple desenvolupament vinieron muchas veces de Cataluña mismo. Y desde luego, habría que entrar en cuestiones sobre la propia sociedad y economía catalanas que sería absurdo culpar a España de haberlas mantenido como una vía de opresión. 

Durant tres dies –12, 13 i 14 de desembre de 2013–el simposi incidirà en els efectes de la repressió institucional, militar, política i administrativa al llarg delssegles XVIII, XIX, XX i XXI, i destacarà la influència de tres-cents anys d’espanyolisme a Catalunya. Subratllarà el fet immigratori i l’acció de l’Església, la persecució de la llengua i la cultura catalanes. La falsificació de la història, la censura sobre els mitjans de comunicació i l’espanyolització del món educatiu tindran, també, un tractament específi c. La repressió en  el camp del dret, els exilis que han configurat la nostra història i les referències al País Valencià i les Illes Balears centraran, així mateix, l’atenció d’aquest simposi.
Desde luego, el tema de la españolización de Cataluña es una realidad histórica con momentos muy acusados (pensemos en Franco, sin ir más lejos). Pero los problemas empiezan cuando identificamos con ligereza continuidades y rupturas... La razón de ser de este simposio son conmemorar trescientos años de agravio o represión. Sin embargo, y sin entrar en explicar los trescientos años de historia de Cataluña, hay que desconfiar de entrada de aquellas cronologías que pretenden establecer continuidades centenarias o milenarias. Trescientos años de lo que sea son muchos años. Y hay demasiado tiempo y demasiados cambios entremedio como para considerarse uno heredero directo de los austracistas o de los felipistas que se disparaban cañonazos en 1714. Todos nos reímos mucho cuando Aznar consideraba que la guerra de Irak no era más que la continuación de la Reconquista por otros medios. Lo mismo pasa aquí.

Vayamos ahora a los tres argumentos iniciales.
a) Es un congreso sobre una realidad "indiscutible", "objectiva". Si algo es indiscutible, entonces no estamos ante un debate científico. Para discutir obviedades no se hacen congresos y para aleccionar se hacen misas o mitines. Así, nos quedan dos opciones: o los organizadores creen que es obvio el tema y el enfoque que utilizan, o quieren educar a la gente sobre una verdad auténtica y superior que los demás ignoran. Esto significaría, automáticamente, que todo lo que he dicho arriba es falso y cuestiona algo que no puede ser o no debe ser cuestionado.
b) Es que es una reunión científica que se realiza con la presencia de historiadores reputados. No sería la primera vez que historiadores reputados se ven inmersos en proyectos políticos por encima de su voluntad, ni tampoco la primera vez en que hay una conveniente subordinación a unos intereses nacionalistas. De hecho, la profesión del historiador nació en el siglo XIX como algo ligado indisolublemente a la creación de identidades nacionales. En este caso, sólo puede esperarse al estreno de la función. Pero su organizador ya ha manifestado su apoyo explícito al presidente del Gobierno de la Generalitat de Catalunya. En este sentido, el caso del Simposio no hace más que recordarme a otra polémica entre historiadores: el caso del Diccionario de la Real Academia de la Historia. Por muchos colaboradores ilustres que hubiesen, el proyecto estaba rodeado de una aureola conservadora y españolista que quedaba patente en las cariñosas biografías de personajes como Franco o el fundador del Opus Dei.
c) Se ha saltado a la carga contra el Simposio cuando todavía no se ha celebrado, evidenciando así la animadversión que desde ciertos sectores se tendría hacia que desde Cataluña discuta su pasado. Espero que por criticar un proyecto financiado por el departamento de Presidencia de la Generalitat del no significa que tenga que estar con diputados del PP o Ciutadans. Significaría entonces que el debate público se polariza entre "buenos catalanes" y "malos catalanes" o "buenos españoles" y "malos españoles". Es importantísimo que Cataluña discuta su pasado libremente, pero como me interesa que se haga con honestidad, creo que se merece un enfoque alejado de afirmaciones tremendistas y anacrónicas.

El simposio empieza mañana. Tenemos tres días para ver que versión de la historia nos explican. Espero que los historiadores no le cojan el gusto a hacer congresos para ofrecer la verdad histórica indiscutible. De momento, Alícia Sánchez Camacho ya ha pedido que se monte un "foro de la verdad". Si comienzan a tirarse los libros a la cabeza, tendremos un espectáculo patético. En el caso de que quieran pegarse, más valdría que se encontrasen en un callejón a oscuras y se pegasen entre ellos, para ahorrarnos otro congreso en Madrid en el que nos ofrezcan la leyenda rosa de una España amorosa con los catalanes...

Fuentes:
http://www.tv3.cat/videos/4805751/2324---Programa-del-dilluns-09-de-desembre-2013
http://www.vilaweb.cat/noticia/4160960/20131210/jaume-sobreques-cents-anys-repressio-catalunya-indiscutibles-inquestionables.html
http://www.lavanguardia.com/politica/20131211/54395403453/pp-organizara-foro-de-la-verdad-simposio-del-odio.html
http://www.8tv.cat/8aldia/videos/jaume-sobreques-aquest-vespre-a-8-al-dia/
http://www.libertaddigital.com/espana/2013-12-11/la-odisea-politica-del-director-del-simposio-espana-contra-cataluna-1276506180/
http://www.ara.cat/politica/pp-simposi-1714-sobreques-suspendre_0_1043895822.html

martes, 10 de diciembre de 2013

Lliçons d'Època Moderna II - Catalunya dins la Guerra de Successió




Los profesores del departamento de Historia Moderna de la Universitat de Lleida, Antoni Passola y Maria José Vilalta, organizaron una jornadas dedicadas a la Guerra de Sucesión en Cataluña.  La elección del tema no podía ser más oportuno: hace ya casi un año que el tema de la derrota catalana en 1714 ha llenado el escaso espacio que los medios reservan a cuestiones históricas. Cada gesto político del actual gobierno de CiU-ERC ha ido acompañado de un relato que ha acudido sin complejos a su particular Numancia "dieciochesca". Sólo hace falta ir a una librería para ver cómo se ha llenado de novedades y reediciones de todo tipo, en las que no faltan novelas históricas escritas por políticos y cuadernos ilustrados para niños. Aunque hay interesantísimas opciones, me parece que lo que más abunda es aquello que Alberto Reig Tapia llamaba "historietografía", en referencia a los libros que escribía Pío Moa o César Vidal sobre la guerra civil española.
Frente a utilizaciones interesadas y lecturas sesgadas, quizás lo mejor que pueden hacer los historiadores universitarios es ofrecer los resultados de sus investigaciones. Delante de la liturgia nacionalista auspiciada por los medios y los partidos políticos, la universidad tiene que ser el foro de un debate científico que se mantenga alejado de reivindicaciones partidistas y afirmaciones maniqueas.
Con esta idea en mente, se iniciaron estas Lliçons que tuvieron lugar en la Sala Víctor Siurana. El 13 de noviembre contamos con la presencia de María Victoria López-Cordón, que desarrolló un sucinto repaso de todo el período que va desde el reinado de Carlos II hasta el establecimiento de la Nueva Planta. La idea de "complejidad" estuvo muy presente en su presentación: el proceso por el cual la Monarquía Hispánica cambió de dinastía fue un proceso lleno de contingencias, indecisiones y oportunidades. Las opciones borbónicas y austracistas estuvieron redefiniéndose constantemente, y no fueron bloques compactos y aislados a los que los individuos se adhirieran de manera espontánea. La dimensión civil del conflicto dividió a familias y territorios, por motivos sujetos a numerosas variables. Ahora bien, el fin del conflicto representó una derrota y una victoria clara: los decretos de Nueva Planta y los cambios en la estructura administrativa bloquearon la posibilidad de cualquier alternativa o reconciliación.

Foto de Cristina Ardanuy


El día 4 de diciembre tuvimos la oportunidad de disfrutar de un programa doble sobre la Guerra: Carlos Martínez-Shaw nos habló de su dimensión europea y mundial, mientras que Joaquim Albareda se centró sobre todo en el desarrollo que esta tuvo en Cataluña, pero sin olvidar el resto de la Corona de Aragón.
Carlos Martínez-Shaw hizo un repaso de los hechos militares y políticos que, aunque estuviesen lejos de la Península, no dejaron de condicionar las decisiones que ambos bandos tomaban sobre España. Los reyes de Francia, España e Inglaterra, así como el emperador de Austria, eran perfectamente conscientes de que detrás del trono español estaba el tesoro de las Indias. El Caribe y el Atlántico Norte fueron el teatro de numerosas operaciones militares, y los tratados de Utrecht dejaron al reino de España con una posición frente a los demás reinos europeos bastante desventajosa. La Guerra de Sucesión, de este modo, marca el fin de una era y el inicio de otra, caracterizada por el equilibrio entre las monarquías europeas, pero que se saldó finalmente con Gran Bretaña como gran potencia colonial.
El profesor Albareda retomó esta conclusión, al comentar que la guerra fue iniciada y finalizada cuando le dio la gana a los ingleses. Aunque esta afirmación fuera dicha con tono jocoso y con las risas del público, problemente contenga bastante verdad. Su exposición se centró en los motivos que llevaron a las instituciones catalanas a retirar su lealtad a Felipe V y a adaptar la postura que entendemos como "austracismo". Para Albareda, los motivos de este apoyo a la casa de Austria (sobre la cual pudiera decirse que los catalanes no tenían demasiados motivos para estar contentos) se debió a la concepción constitucionalista y pactista del gobierno que había germinado en la ciudad de Barcelona. Esta forma de hacer política ponía el poder en las instituciones representativas de la nobleza, y  especialmente, de los sectores burgueses en auge. Albareda enfatiza en que esto no debe entenderse como una continuidad o refuerzo del feudalismo, sino como una especie de republicanismo, que incluso puede compararse al de ciertas ciudades-Estado italianas. Por otro lado, en Valencia, la guerra tuvo un carácter de revuelta popular y antiseñorial que los propios nobles partidarios de Carlos de Austria se vieron obligados a reprimir. Sin embargo, la derrota militar y la defección de las potencias aliadas impidieron cualquier esperanza de pacto.
Hay varias cuestiones a nivel general que se plantean. En primer lugar, una cosa que me ha llamado la atención es que estos tres historiadores siempre realizaban su exposición a partir de una serie constante de definiciones negativas y de matizaciones. La Guerra de Sucesión no fue exclusivamente un conflicto entre Castilla y Aragón, el felipismo o el austracismo no fueron bandos monolíticos, la centralización no fue exclusivamente llevada a cabo por agentes castellanos, etc. Abundaban las matizaciones y puntualizaciones sobre los estudios precedentes. En mi opinión, esto se debe a que las investigaciones han sido muy recientes y todavía quedan bastantes interrogantes, especialmente sobre los años posteriores del siglo XVIII. A mi parecer, la historiografía ha avanzado notablemente (los tres ponentes son un ejemplo de ello) pero quizás falta la articulación de una visión más global y resuelta que permita enmarcar el advenimiento de la dinastía borbónica en un proceso más amplio. Actualmente, la idea de "monarquía compuesta" está totalmente asentada y atrás quedan las interpretaciones que hablaban sin reparos de un "imperio español" como un cuerpo indivisible. Lo mismo ha sucedido con la noción de "decadencia". Actualmente, ya no se habla de la España de Carlos II como aquél caos presidido por un "rey hechizado". La idea elaborada por los marxistas de una "crisis general del siglo XVII" ha sido ampliamente cuestionada. Sin embargo, parece que no se dispone de una reformulación de un modelo explicativo nuevo. John Elliott se refería a la necesidad de buscar una "explicación fuerte" de la historia, que superase la creciente fragmentación de las investigaciones.
En segundo lugar, abordar la Guerra de Sucesión como un momento de cambio nos lleva irremediablemente a tener que valorar problemas que se manifiestan con mayor fuerza a lo largo de todo el siglo XVIII. En el nuevo sistema borbónico, conviven rupturas y continuidades con el período anterior que ilustran muy bien dónde estaban los límites del Estado moderno. El "absolutismo" o el "despotismo" ilustrado han sido examinados a la luz de las nuevas investigaciones que resaltan la importancia de la venalidad y de las redes sociales entre familias (véanse los estudios de Imízcoz Beunza). El Estado ya no parece como un punto de llegada de la "racionalidad", sino que se interpreta como el vehículo de expresión de unas oligarquías locales que reformularon sus lazos de conveniencia con la corte (como queda patnente el caso de los navarros). Y desde luego, surge la necesidad de estudiar la vertebración de este nuevo modelo de monarquía centralizada conjuntamente con la colonización americana, como ha señalado Antonio Miguel Bernal en su libro España, proyecto inacabado: costes/beneficios del imperio.
Retomando el tema específico de las Lliçons, quizás sería interesante avanzar hacia una interpretación a nivel mundial de lo que significo la Guerra de Sucesión y el reequilibrio de poderes que surgió de Utrecht en 1713. Justamente, la lectura interesada políticamente de este episodio mantiene el error de base que es leer el pasado peninsular en clave nacional (sea la nación española o la nación catalana). Si las dinámicas imperiales del reino de España y de Gran Bretaña condicionaron la actuación desde el inicio de la guerra, quizás tengamos que ponerlas a la cabeza de nuestra explicación histórica. Por por poner un ejemplo de sobras conocido, no es para nada "casual" que la reforma de los Decretos de Nueva Planta se hiciera en 1707, el mismo año en que los parlamentos de Inglaterra y Escocia aprobaban la "Union Act" por la que se formaba lo que conocemos hoy como Gran Bretaña.
María Victoria López-Cordón, Carlos Martínez-Shaw y Joaquim Albareda hicieron la recapitulación de un proceso que tenido consecuencias muy profundas, algunas de la cuales duran hasta hoy en día. Aunque hayan pasado trescientos años, este pasado continúa vivo. Frente a la retórica nacionalista y partidista que emborrona nuestro conocimientos, lo mejor que puede hacerse es abordar el pasado con la actitud de trabajo y espíritu crítico que estos tres historiadores tuvieron la oportunidad de darnos estos días.