Actualización: escribí originalmente este texto en mayo de 2011 y lo amplié para publicarlo en este blog. La noticia del fallecimiento de Chris Marker el pasado 29 de julio me ha sorprendido y espero con este post hacer un pequeño homenaje a su memoria. La mejor manera de recordarlo es ver su cine y dejarnos llevar por el poder de sus imágenes.
"I would have spent my life trying to understand the function of remembering, which is not the opposite of forgetting, but rather its lining. We do not remember, we rewrite memory much as history is rewritten".
¿Qué sentido tiene ver hoy un documental sobre los movimientos de izquierda de los años 60? ¿Acaso tiene alguna cosa que aportarnos unas viejas entrevistas de Régis Debray? ¿Por qué habría que sentarse a pensar sobre el fin del sueño (o de la pesadilla) comunista a estas alturas? En mi opinión, ahora que nos enfrentamos a una recesión que parece ir para largo y que las alternativas parecen difíciles de poner a la práctica, no está de más reflexionar sobre un período clave en el largo triunfo del capitalismo global. Apenas han pasado unos veinte años desde la derrota del proyecto socialista, pero ya es tiempo para reflexionar seriamente sobre su pasado, presente y futuro. Actualmente, las manifestaciones del 15-M o de Occupy Wall Street vuelven a poner sobre la actualidad los movimientos sociales de izquierda. La socialdemocracia parece tener un nuevo líder en François Hollande, que en Francia ha propuesto una salida de la crisis económica por el crecimiento y no por la austeridad, pero aún así el debate ideológico brilla por ausencia, aunque sigue siendo vitalmente necesario. "Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo" decían Marx y Engels en 1848. Siendo optimistas, en 2012, más bien sería el del populismo. Este documental nos habla de una era en que este espectro representaba un verdadero reto a nivel mundial, incluso a veces en forma de guerras y bombas atómicas.
Para acercarnos a Le fond de l’air est rouge debemos de tener en cuenta el extraño
perfil de su autor. Para empezar, poco se sabe sobre Chris Marker. Este
cineasta, poeta, fotógrafo, escritor y artista multimedia pertenece a esa
especie de artistas misteriosos que optan por rodear su vida de secretismo. No
hay casi fotos de él, no da entrevistas y una indagación biográfica nos deja con
más dudas que certezas. Nacido en 1921, empezó a grabar sus primeros
documentales en colaboración con Alain Resnais, director de obras tan
influyentes como Noche y niebla
(1955) o El año pasado en Mariembad (1961).
En sus primeros trabajos ya dio forma a su peculiar estilo de narrar, más
cercano al cine experimental. Destacó especialmente como realizador de films
sobre temas sociales y políticos. Su compromiso con la izquierda lo llevó a
viajar por todo el mundo y realizar filmes militantes por países como la URSS, China,
Cuba o los EEUU. De sus obras de ficción, la más conocida es La jeteé (1962), en el que se narra una
historia de ciencia ficción en un mundo post-apocalíptico sólo con fotografías.
Ha realizado también filmes biográficos sobre Andrei Tarkovski o Akira
Kurosawa. Desde los años ochenta, Marker se acercó a las nuevas tecnologías y
al arte multimedia. y actualmente sigue publicando algunos trabajos, cada vez más
herméticos y enigmáticos. Está considerado en Francia como uno de sus grandes
cineastas experimentales y se le dedican exposiciones frecuentemente. Es, por
tanto, una figura única en la historia del cine, cuyas obras siempre son
sorprendentes por la brillantez de sus reflexiones y la belleza de sus
imágenes.
Le
fond de l’air est rouge es una de sus obras
más extraordinarios. Su larga duración y su ambicioso arco temático la hace un
testimonio cinematográfico excepcional. El reciclaje de entrevistas,
noticiarios y películas militantes hacen que tenga un interés histórico muy
destacable. La coloración de la fotografía, unas singulares piezas musicales y
los extraños sonidos ambientales que la acompañan hacen que en conjunto sea una
experiencia poderosamente sensitiva. Se trata de un documental diferente y
audaz, en el que se va mucho más allá que los típicos reportajes a los que
estamos acostumbrados. Una de las características más notables del cine documental
de Marker es que siempre se mueve en la frontera entre realidad y ficción. En su
filmografía siempre está presente esa ambivalencia entre lo vivido y lo soñado,
lo visto y lo imaginado. Considero que en sus documentales no hallaremos ni
debemos pretender encontrar un afán aleccionador, didáctico, o científico. Sus
películas siempre buscan provocar la reflexión sobre cómo miramos y qué recordamos.
Esta preocupación no sólo se ve en el contenido que nos explica, sino en la
misma forma en que se desarrolla la narrativa cinematográfica. Los fotogramas
que pasan frente a nosotros no son tratados como unas simples fotografías, sino
como símbolos e iconos cargados de significados y asociaciones. En la
emocionante secuencia inicial queda clara esta intencionalidad. Al ritmo del
atronador arreglo de Luciano Berio de la Ritirata
notturna de Madrid (originalmente compuesta por Bocherinni) vemos fragmentos
de El acorazado Potemkin intercalados
con breves instantes de noticiarios. Los símbolos revolucionarios son
inequívocos. Los tropas represoras, el hombre ensangrentado, el mártir en la
capilla, la mujer que carga al niño muerto; todos son tipos ideales de una
determinada cultura política sobre la que Marker pretende reflexionar.
Una de las grandes virtudes de esta
película, es que consigue que la
imagen cinematográfica hable por sí misma, gracias un magnífico trabajo de montaje.
De esta forma, nos hallamos frente a un cuidadoso ensamblaje visual que nos
conduce por su sinuoso pero contundente guión, en el que una imagen nos conecta
a la otra por su semblanza formal o emotiva. Así, Marker consigue elipses tan
acertadas como la de las tropas represoras que descienden por las infames
escaleras de Odessa, a unos soldados que forman filas en La Paz, donde los
carteles piden la busca y captura de Ernesto "Che" Guevara. Las
secuencias que desfilan a nuestros ojos pasan a convertirse en un vívido
recuerdo. En el cine de Chris Marker, la memoria histórica es una secuencia al
ralentí de fotogramas que se disuelven lentamente en nuestra retina.
Una vez apuntada esta reflexión forma, ¿qué
temas puede plantear semejante película? En resumen, nos hallamos frente a una
larga meditación sobre la historia de los movimientos sociales y políticos de
izquierda la década de los 60 y 70, llena de digresiones, paréntesis y notas al
pié de página. El film inicia con la presentación de la guerra de Vietnam como
detonador de una conciencia antiimperialista global. Seguidamente enlaza con las
vicisitudes de las guerrillas en América Latina. A
partir de estas luchas, traza el recorrido de cómo la resistencia a la hegemonía
norteamericana fue el frente común de los movimiento obreros y estudiantiles
occidentales. Se trata, pues, del génesis de la llamada Nueva Izquierda, que pasaría a la historia por ser la protagonista
de una nueva serie de reivindicaciones y protestas en EEUU y Europa. En las
universidades de Berkeley, París y Berlín se respiraba un ambiente
revolucionario. Pero, quizás como sugiere el título del documental, el problema
es que sólo fue un ambiente, un aire, un movimiento conducido por las frágiles manos de los estudiantes se no
fue más allá de explosiva reafirmación vital e identitaria.
Al mismo tiempo, la situación en el
bloque soviético era muy diferente. Se le dedica especial atención a la deriva
totalitaria del comunismo en la URSS. Los testimonios de Arthur London y de
Jorge Semprún ilustran a la perfección como la revolución devoró a sus propios
hijos debido a la militarización y represión del estado. Quizás la intervención
más interesante sean las breves apariciones de Jean Ellenstein, historiador
militante del partido comunista francés, en las que explica como la democracia
no estuvo entre las prioridades del leninismo tras la toma del poder en 1917.
Tras ella, un breve cartel nos avisa que fue auto-expulsado del partido. El caso de la Checoslovaquia ocupada
por los soviéticos en 1968, planteó serias dudas sobre la posibilidad de crear
un estado socialista que no cayese en los atropellos dictatoriales del
estalinismo. Marker enseña las imágenes de los tanques rusos en Praga y de las
masas agitando fanáticamente el Libro Rojo de Mao como una señal ominosa de lo
que se había llegado a convertir el comunismo ortodoxo. En el lado occidental, se abordan las
discusiones intelectuales y políticas sobre la posibilidad de llegar a formar un
gobierno de izquierdas por la vía democrática. Partiendo del caso de Francia,
se sigue como la evolución del capitalismo y la coyuntura política nacional
acabó por transformar radicalmente la naturaleza los partidos de izquierda.
Eran los inicios de las ideas de la socialdemocracia y el eurocomunismo que
abrieron un nuevo capítulo en la historia política de la izquierda francesa e
internacional.
El panorama de los años 70 era otro. Las
divisiones internas han debilitado el movimiento obrero, los intentos de
provocar la revolución por medio de la violencia terrorista en Europa han
fracasado y la contrarrevolución fascista en Chile ha aplastado al proyecto
socialista de Salvador Allende. En los EEUU, la corrupción política en las
altas esferas quedó en evidencia con el caso Watergate y la nueva izquierda se había ido debilitando
cada vez más. Marker tampoco se deja las
catástrofes y abusos con el medio ambiente que empezaban a formar una
consciencia ecologista. El aire revolucionario se evapora por agotamiento o por
aniquilación, y aparecen nuevos retos y sensibilidades. Con este desencantado y escéptico final,
llegamos a la conclusión de esta historia. El film constituye un verdadero
catálogo de los defectos de la izquierda. Errores como el infantilismo ingenuo,
el dogmatismo enfermizo, la atomización perpetua o el totalitarismo más cruel
aparecen simbolizados por las diferentes imágenes que desfilan ante el
espectador. Sin embargo, también es un catálogo de las brutalidades más
despiadadas que se emplearon para reprimirla, desde las guerras hasta los
golpes de estados, pasando por la represión policial.
El film fue estrenado originalmente
en 1977, una fecha bastante significativa. Ese año, la derrota
ideológica-política del marxismo era evidente. El conservador Giscard d'Estaing relevó a Georges Pompidou
en la presidencia francesa y ya había surgido una nueva oleada intelectual
anti-marxista (los nouveaux philosophe encabezados por Bernar-Herni Lévy).
1977 también fue el año en que Robert Bresson estrenaba Le diable probablement, film bastante alejado de los presupuestos
ideológicos y estéticos de Marker, pero que ilustra muy bien este ambiente de desesperación
ideológica y anímica (como en 1973 lo hacía Jean Eustache con La mamain et la putain). En ella un
estudiante deprimido y desorientado vaga por asambleas de radicales que le
increpan, asiste a reuniones con ecologistas que le proyectan imágenes de la
destrucción de ríos y bosques. La sociedad de consumo sólo le ofrece viajes
pagados y productos inútiles. Bresson, católico declarado, también incluye la
pérdida de la fe cristiana, cuando vemos entrar al protagonista en una iglesia
acompañado de unos delincuentes que se inyectan heroína y se roban el dinero los
fieles. Si a Bresson le preocupa de la muerte espiritual de Occidente, Marker
nos habla de unas esperanzas de justicia e igualdad social que se hundieron y
nos dejaron a merced del capital global. Ambos filmes nos hablan de la crisis
de unas ideologías que dieron lugar a lo que los filósofos han llamado decidido
llamar posmodernidad.
En 1993 se le añadió a Le fond de l'air est rouge un breve
epílogo: ¿qué fue de todo aquello? La situación era nuevamente muy complicada
para la izquierda. Tras la caída del muro de Berlín, se encontraba delante de
un mundo lleno de desafíos. El
capitalismo ha ganado la batalla, si no la guerra nos susurra el narrador
mientras nos enseña unas imágenes de la manifestación del primero de mayo de
1977. Y finaliza: aunque sigue habiendo
lobos, al mismo tiempo que nos hace ver cómo desde un helicóptero un
cazador mata a tiros a unos lobos salvajes. Con este mensaje abierto, termina
un film comprometido y valiente que nos conduce por una aproximadamente una
vertiginosa década de transformaciones en
la sociedad y en la política. En una época en que los partidos
socialdemócratas, ecosocialistas y anticapitalistas se encuentran en una
encrucijada ideológica y política, no estaría de más recordar el pasado
echándole un vistazo a esta película. A lo mejor se podrían repasar algunos
errores y evitar repetirlos. Le fond de l’air est rouge es un canto
triste a toda una generación de la izquierda que se propuso hacer la
revolución pero se vio atacada
sin cuartel por sus adversarios, fraccionada por disputas internas y superada
por la evolución de los partidos políticos. Constituye a mi juicio, un excelente
comentario del intento fallido de la izquierda europea de cambiar las reglas
del juego. Pocas veces se puede ver en pantalla una crónica política hecha
desde los sentimientos tan especial y cuidadosa como esta.
"...la Historia, que parece siempre tener mucha más imaginación que nosotros."
ResponderEliminarLa muerte de Chris Marker -4 días después- le da aún más sentido a este post.
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