Aunque Nocturno 29 de Pere Portabella (1968) es
una película difícil de ver (creo que los más acertado sería decir hermética porque hay muchos símbolos y
códigos que requieren un conocimiento previo para ser descifrados), tiene uno de
mis fragmentos preferidos de siempre. A lo largo del film vemos a la protagonista (Lucía Bosé) ir de un lado
a otro, huyendo del asfixiante ambiente de la burguesía catalana y de una sociedad alienada. Portabella ilustra
estas ideas con algunas secuencias brutales, como una en la que vemos a hombre
encorbatado que se siente a ver como retransmiten un desfile militar por la
televisión, para luego sacarse los ojos.
Cuando
finalmente la protagonista parece abandonar ese tedioso mundo de señores que aprovechan
los juegos de golf para espiarse entre ellos, la película abandona el blanco y
negro y se pasa al color. Ahora la vemos dialogando con un señor en una
mercería, mientras suena con mucho ruido de ambiente el bolero "Vete de
mí" cantado por el cubano Bola de Nieve. El señor de la mercería despliega
varias banderas. La española, la portuguesa, la brasilera, la japonesa, la
francesa, la suiza, la Union Jack de Gran Bretaña... Ninguna le satisface. No
oímos los diálogos, no podemos comprender que se dicen. El murmullo de fondo y
el piano nos aturden. Todo es muy confuso. La actriz sale de la tienda y se
dirige a un lugar que parece una estación. Hemos vuelto al blanco y negro. Entonces
sólo oimos la turbina y queda claro que estamos en un aeropuerto. Vemos cómo alza el vuelo un
avión hasta se pierde de vista, mientras la cámara hace una panorámica de la
oscuridad que rodea el aeropuerto. Y entonces se acaba la película.
En la
España de Franco, gris y reprimida, la opción más razonable era huir. ¿Pero a
dónde? ¿Cuál podría ser nuestra patria de acogida? Este es el dilema que no se
oye pero que intuimos por las banderas. Portabella elige las banderas, el
símbolo más sencillo de la nacionalidad. Un simple trapo tintado que no es
nada, pero que significa mucho. ¿Qué bandera me gusta más? ¿Acaso
puede elegirse así un país? Buenas tardes,
me he cansado de ser español, estoy harto de la "estanquera", hoy me siento
más francés, déjeme tres metros de esta por favor, gracias, hasta luego.
La
música, el murmullo y los inaudibles diálogos le dan a la escena un toque irreal,
como los sueños en los que hablamos pero no nos oímos. El nacionalismo es
sabido que explota sentimientos que muchas veces son no se verbalizan porque
son tan simplones que asustan. No hay comunicación posible. Sólo hay un
sentimiento de pertenencia primario (el nacionalismo es, en buena parte, sentirse orgulloso de un
país por la casualidad de haber nacido ahí) que Portabella subvierte al ponerlo
en un comercio mundano de gran superficie.
Portugal
y Brasil eran dictaduras en 1968. El Reino Unido, Francia o Suiza eran democracias...
Evidentemente, hay que tener en cuenta el contexto de la pelícla. Portabella
era del PSUC y sus ideas políticas marcan su cine. ¿Qué solucionaba un militante
socialista en una de las potencias del bloque occidental? ¿Acaso hay algún país
por el que valga la pena huir? Sin embargo, en esta escena hay un mensaje
subliminal que se les escapó a los censores. La primera tela
que remueve el dependiente es de color morado para luego colocarla encima de otras
de color amarillo y rojo. ¿La República? Una bandera que inexistente de una
nación desaparecida, un proyecto de país abortado por medio de una salvaje
guerra en la que colaboraron las potencias del eje (Portugal, Japón) y que las
democracias europeas dejaron morir (Inglaterra, Francia...) Cuando la actriz
coge el avión, desconocemos su destino. El último plano son los pelados montes
de España, dormidos en la noche negra. Nocturno 29 es el nombre de la película.
1968-29=1939, el "Año de la Victoria". 29 años de oscuridad. Los
expatriados, los exiliados, los derrotados vagan por la tierra sin hogar. ¿Se puede volver al pasado, a un lugar que no existe?
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