Se impone, más que nunca, el rigor crítico para desvelar falsas legitimaciones, los nexos artificiales que se establecen entre pasado y presente. Por lo pronto, se trata de penetrar en las entrañas de la construcción de los mitos. Estos nacen y mueren en función de lógicas históricas e ideológicas. La misión del historiador es separar el grano de la cizaña. Los mitos no deben ser otra cosa que objetos históricos en sí mismos examinados bajo el prisma de la razón y desde la exigencia de la honestidad. Se trata de demostrar su relativismo histórico, la multiplicidad de lecturas funcionales que ofrecen a lo largo del tiempo y en función de la identidad de sus intérpretes.

Ricardo García Cárcel en La herencia del pasado. Premio Nacional de Historia (2012)

... nuestro destino era PRESTAR ATENCIÓN Y DESCANSAR en cada una de las minúsculas revelaciones que se habían ido abriendo a nuestro paso; cada una de las cuales, a su vez, nos aconsejaba no buscar ningún destino, ni mucho menos un destino feliz. Sólo de ese modo se lucha contra la asfixia y la angustia del tiempo y del dueño de la cortinilla; prestando atención a lo que se ENCUENTRA, y no a lo que se BUSCA.

Félix de Azúa en Historia de un idiota contada por él mismo (1986)

Cuando el saber se especializa, crece el volumen total de la cultura. Ésta es la ilusión y consuelo de los especialistas. ¡Lo que sabemos entre todos! Oh, eso es lo que no sabe nadie!

Antonio Machado en Juan de Mairena (1936)

History has many cunning passages, contrived corridors
And issues, deceives with whispering ambitions,
Guides us by vanities

T. S. Eliot en Gerontion (1920)


Mostrando entradas con la etiqueta universidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta universidad. Mostrar todas las entradas

miércoles, 13 de marzo de 2013

Observatorio del informe de la "comisión de expertos" para la reforma de las universidades


El 13 de abril de 2012, el Consejo de Ministros aprobó la formación de una comisión once expertos independientes que han de sentar las bases para la reforma del sistema universitario español. Sus miembros son Teresa Miras Portugal (como presidenta), Óscar Alzaga Villaamil, José Adolfo de Azcárraga, Salvador Barberá, José Capmany, Elisa Chulia Rodrigo, Luis Garicano, Félix Goñi, Rafael Puyol, Matías Rodríguez Inciarte y Mariola Urrea.
El ministro José Ignacio Wert y su "comité de sabios" han defendido la necesidad de iniciar cambios drásticos en la educación superior. La poca internacionalización, la ausencia de centros en los ránkings internacionales, la alta tasa de abadono o la desventaja competitva con el resto de Europa son algunos de los argumentos que han esgrimido para elaborar su agenda.
El 15 de febrero de este año apareció el primer resultado tangible de esta comisión: un documento de 84 páginas titulado Propuestas para la reforma y mejora de la calidad y eficiencia del sistema universitario español, además de una adenda de 31 páginas escrita exclusivamente por Alzaga y Urrea.
La propuesta ha creado bastante polémica solamente con su aparición, y seguirá dando mucho que hablar ya que apenas representa el principio de toda una serie de cambios que el Partido Popular desea introducir en España. El día anterior a escribir esta entrada, el ministro ha tenido que discutir con los diferentes responsables autonómicos el desarrollo de la ley, por lo que todavía nos queda mucho por ver. Se le ha criticado por antidemocrática y anticonstitucional, pero también por haber sido demasiado tímida. Las reacciones que ha suscitado demuestran que estamos lejos de llegar a un consenso y que hay mucho en juego.
En esta entrada, que pretendo ir actualizando siempre que pueda, enlazaré las reacciones que suscite tanto el informe como las medidas concretas que se vayan tomando. La intención es facilitar el seguimiento del debate en marcha y del proceso legal para que cada uno pueda ir sacando sus propias conclusiones. Cualquier aportación que queráis hacer podéis dejarla en los comentarios.


Los informes originales
Síntesis
Reacciones en medios y blogs

Reacciones desde organizaciones universitarias
Cronología

domingo, 25 de noviembre de 2012

La universidad según Boaventura de Sousa Santos


Esto es un fragmento de La universidad en el siglo XXI: para una reforma democrática y emancipadora de la universidad, un artículo escrito por el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos. Puede descargarse aquí. Creo que es una lectura  obligatoria para todo aquél que quiera conocer por qué la universidad está en crisis y cuáles son las alternativas a los recortes y a la privatización encubierta. 


Es crucial que la comunidad científica no pierda el control de la agenda de investigación científica. Para eso es necesario antes que nada, que la asfixia financiera no obligue a la universidad pública a recurrir a la privatización de sus funciones para compensar los recortes presupuestarios. Es crucial que la apertura al exterior no se reduzca a la apertura al mercado y que la universidad se pueda desenvolver en ese espacio de intervención de modo que se equilibren los múltiples intereses, incluso contradictorios, que circulan en la sociedad, y que con mayor o menor poder de convocatoria, interpelan a la universidad. Inclusive en los Estados Unidos donde la empresarialización del conocimiento ha avanzado más, es defendido hoy que el liderazgo tecnológico del país esté soportado en un cierto equilibrio entre la investigación básica, realizada en las universidades sin interés comercial directo, y la investigación aplicada sujeta al ritmo y al riesgo empresariales. 
Las agencias públicas de financiamiento de la investigación deben regular –pero sin eliminar– el control de la agenda por parte de la comunidad universitaria en nombre de los intereses sociales considerados relevantes y que obviamente están lejos de ser apenas relevantes para la actividad empresarial. El uso creciente de los concursos para la llamada investigación dirigida (targeted research) debe ser moderado por concursos generales en los que la comunidad científica especialmente la más joven, tenga posibilidad de desarrollar creativa y libremente nuevas áreas de investigación, que no suscitan ningún interés por parte del capital o del Estado. La investigación dirigida se centra en lo que es importante hoy para quien tiene el poder de definir lo que es importante. Con base en ella, no es posible pensar el largo plazo y, como lo dije antes, éste es tal vez el único nicho de hegemonía que le queda a la universidad. Por otro lado, la investigación dirigida y más aún, la investigación comercialmente contratada y la consultoría, imponen ritmos de investigación acelerada presionados por la sed de resultados útiles. Estos ritmos impiden la maduración normal de los procesos de investigación y de discusión de resultados, cuando no atropellan inclusive los protocolos de investigación y los criterios de evaluación de resultados. 
No se excluye la utilidad para la propia universidad de una interacción con el medio empresarial en términos de identificación de nuevos temas de investigación, de aplicación tecnológica y de análisis de impacto. Lo importante es que la universidad esté en condiciones de explorar ese potencial y para eso no puede ser puesta en una posición de dependencia y mucho menos en el nivel de supervivencia en relación con los contratos comerciales.

(...) 

La universidad debe entender que la producción de conocimiento epistemológica y socialmente privilegiada y la formación de élites dejaron de tener el poder, por sí solos, de asegurar la legitimidad de la universidad a partir del momento en que ella perdió la hegemonía, inclusive en el desempeño de estas funciones, y tuvo que pasar a desempeñarse en un contexto competitivo. La lucha por la legitimidad permite ampliar el potencial de estas funciones, complementándolas con otras donde el vínculo social sea más transparente. Para que eso ocurra, la universidad debe dotarse de condiciones adecuadas tanto financieras como institucionales. Contrariamente a lo que hace creer el capitalismo educativo, las deficiencias en el desempeño de la responsabilidad social de la universidad no se generan en el exceso de autonomía sino por el contrario por la falta de ella y de los medios financieros adecuados. El Estado y la sociedad no pueden reclamar nuevas funciones de la universidad cuando la asfixia financiera, no le permite desempeñar siquiera sus funciones más tradicionales.
Una vez creadas las condiciones, la universidad debe ser motivada para asumir formas más densas de responsabilidad social, pero no debe ser solamente entendida de manera funcionalista en este sentido. La responsabilidad social de la universidad debe ser asumida por la universidad aceptando ser permeable a las demandas sociales, especialmente aquellas originadas en grupos sociales que no tienen el poder para imponerlas. La autonomía universitaria y la libertad académica –que en el pasado fueron esgrimidas para desresponsabilizar socialmente la universidad– asumen ahora una nueva importancia, puesto que solamente ellas pueden garantizar una respuesta entusiasta y creativa frente a los desafíos de la responsabilidad social. Puesto que la sociedad no es una abstracción, esos desafíos son contextuales en función de la región, el lugar y por lo tanto, no pueden ser enfrentados con medidas generales y rígidas.

lunes, 23 de julio de 2012

Lecturas sobre la universidad (2ª parte)


Enrique Linde Paniagua. (2010) El proceso de Bolonia: un sueño convertido en pesadilla. Madrid. Civitas. 258 pp. El profesor de derecho en la UNED Enrique Linde Panigua proporciona aquí una crítica del plan Bolonia desde una perspectiva jurídica, bastante alejada de los planteamientos anticapitalistas de Fernández Liria. Se desgranan las contradicciones y insufiencias que surgen de querer plantear un "Espacio de Educación Europea Superio" (EEES) cuando ni la Unión Europea ni sus respectivos países tienen una política universitaria coordinada. La implantación de este proceso en España tendría serios problemas por la financiación insuficiente de sus universidades. Para Linde, las intenciones de los redactores del Plan Bolonia son buenas y es un firme defensor del proyecto europeísta, pero en la práctica no podrían funcionar ya que equivaldría a "construir la casa por el tejado". Es una lectura un poco farragosa porque se centra en examinar las enorme variedad de reglamentos que existen sobre este tema.  De todas formas, sirve para darse cuenta que las leyes y declaraciones acostumbran a ser impecables en apariencia, pero que demasiadas veces no tienen nada que ver con la realidad económica y política que realmente se vive. Por usar otra expresión, este libro confirma aquél principio que dice "nunca le atribuyas a la malicia lo que puede ser explicado por la incompetencia".


Enrique Linde Paniagua. (2010) Ideas para la reconstrucción de la universidad española tras el proceso de Bolonia. Madrid. Colex. 163 pp. En este otro librito, mucho más fácil de leer, Linde hace algunas propuestas a partir de lo que critica en su anterior libro, además de hacer una breve reseña de las ideas sobre la universidad, desde Humboldt a Ortega y Gasset. El diagnóstico del profesor Linde es claro y certero, pero personalmente creo que algunas de las propuestas no acabarían mejorando la situación, sino empeorándola. Por ejemplo, el autor se opone al horizontalismo democrático que a su jucio impera en la universidad, dificultando la toma de decisiones. En base a esto, propone un modelo más gerencial y corporativista, en que los profesores mejor preparados fuesen los administradores. Me parece difícil de creer que este sistema garantice una mayor transparencia ¿Hay que marginar a los alumnos y al PAS de la gobernanza de su institución, dejándola en manos de un consejo de sabios supuestamente virtuosos? No lo creo. Otras medidas sí las veo necesarias, y exigen pensar en términos mucho más amplios. Comparto su propuesta de que habría que mejorar mucho la FP antes que abrir la universidad a todos. El sistema laboral que tenemos se contradice con la sobreabundacia de titulados universitarios, y habría que imitar a Europa para crear escuelas de formación de buena calidad.
En general, se propone una universidad mucho más exigente consigo misma, que sea capaz de superar las lacras históricas que han caracterizado la educación de nuestro país: endogamia de los profesores, politización de las cátedras, mediocridad de los métodos docentes, el poco interés en financiar la investigación, etc. Lo bueno de este libro es que hace todo un programa de modernización, que debe ser sujeto a debate, pero que no deja de ser muy estimulante. Una reseña más extensa se puede leer aquí.

Eduardo González Calleja. (2009) Rebelión en las aulas: movilización y protesta estudiantil en la España contemporánea 1865-2008. Madrid. Alianza. 447 pp. González Calleja es doctor en Historia, profesor en la Universidad Carlos III y ha investigado muchos temas de historia social de la España contemporánea. Rebelión en las aulas es un largo y completísimo estado de la cuestión sobre los movimientos estudiantiles. A mi juicio, puede ser de muchísima utilidad para los historiadores, y también para los estudiantes comprometidos que quieran aprender del pasado. El libro tiene un capítulo introductorio en que se intenta establecer una tipología sociológica de los movimientos estudiantiles, y viene seguida de los casos históricos. El carácter irregular y plural de estos movimientos es uno de los problemas epistemológicos que plantean para las ciencias sociales. Los debates son todos muy interesantes, pero me parece notable su visión como movimiento impredecible y catártico. Los estudiantes universitarios han sido una minoría hasta hace poco, y su irrupción en las calles siempre ha sido una escenificación enérgica e intensa de las inquietudes que subyacen en la sociedad.
Su trascendencia siempre ha venido muy vinculada a su autopercepción como “colectivo autónomo” capaz de ponerse en contacto con otros movimientos sociales. Pero al mismo tiempo, ahí está su particular “talón de Aquiles”, como dice el autor. La históricamente débil coordinación con grupos políticos como los movimientos obreros siempre ha sido el momento crítico, en que muchas veces las aspiraciones de cambio han acabado por desmoronarse. Las vacaciones, el fin de los estudios, la represión, la cooptación desde las autoridades o el cambiante grado de politización de los alumnos son algunos de los factores que siempre los han condicionado.
Del libro de González Calleja pueden extraerse varias lecciones, de la que yo destaco: la trascendencia de los movimientos de estudiantes sólo se da cuando los mismos estudiantes se ven a sí mismos como una parte diferenciada de la sociedad con capacidad de arrastrar a los demás colectivos. Aparte de esta conclusión que extraigo (personal e ideologizada) es un magnífico estudio para aprender qué hacían los estudiantes españoles en el pasado y cómo la universidad fue durante mucho tiempo un cruento campo de batalla entre ideologías.

viernes, 1 de junio de 2012

Lecturas sobre la universidad (1ª parte)

Desde que empecé la universidad en 2008, han pasado muchas cosas en la educación superior de nuestro país. Mi promoción estrenó el grado en Historia en pleno inicio de la crisis económica. Vivimos de primera mano las grandes protestas anti-Bolonia, y a día de hoy el malestar continúa y con más motivos. Los recortes en investigación, las subidas de tasas, un profesorado cada vez más precario y unas becas cada vez más escasas no auguran un futuro muy acogedor.
En estos cuatro años he tenido tiempo de leer algunos libros y artículos para comprender un poco la naturaleza de esta institución y de los procesos de cambio que tienen lugar a día de hoy. Explicaré brevemente estas lecturas, que considero bastante útiles para aquél interesado en ver desde un punto de vista más global cuál es el objetivo de la universidad en el siglo XXI. No han sido en ningún modo sistemáticas, pero siempre he buscado explicaciones que intenten ofrecer un punto de vista crítico, ya que la enorme mayoría de los estudios que he encontrado no se cuestionan las premisas básicas de su discurso o están dirigidas a los mismos administradores de la universidad.

Carlos Fernández Liria; Clara Serrano García (2009) El Plan Bolonia. Madrid. Catarata. 103 pp. Fue uno de los primeros libros que busqué sobre un tema que nos afectaba directamente: la implantación del Plan Bolonia. Carlos Fernández Liria es profesor de filosofía en la UCM, y es bastante conocido en los círculos de la izquierda más "dura" en nuestro país. En este libro hace una crítica del Plan Bolonia desde un punto de vista anticapitalista. Según el este plan no es más nada que una privatización encubierta de la universidad, y no representa nada bueno para la universidad ni para sus alumnos, ya que son unas medidas destinadas a mercantilizar el conocimiento y adecuarlo al mercado laboral basura. Creo que es una buena aproximación a este punto de vista. Sin embargo, al ser un análisis que desborda el ámbito de la educación, la posibilidad de una hipotética "reforma" se dificulta ya que esta pasa por cambiar de arriba a abajo el sistema económico y político por completo. En esto, Fernández Liria es coherente: es uno de los firmes defensores de la "Revolución Bolivariana". Sin embargo al ser unos planteamientos tan escorados hacia la izquierda, creo que se debilitan los posibles apoyos de la mayoría de la sociedad, que ni de lejos daría apoyo a semejante proyecto (que en mi opinión, tampoco garantiza del todo la libertad de pensamiento y la inserción laboral). Aún así, no deja de ser una lectura estimulante para situar en un marco más amplio el establecimiento del EEES.

José Carlos Bermejo Barrera (2009) La fragilidad de los sabios y el fin del pensamiento. Madrid. Akal. 104 pp. Este otro libro del profesor Bermejo Barrera, se ofrece una buena interpretación sobre la evolución de los intelectuales, desde los griegos hasta el siglo XXI, desde el "conócete a tí mismo" hasta la "sociedad del conocimiento". El punto fuerte de este autor es su preocupación por el estado de las Humanidades. En este libro se profundiza la tesis (presente en todo su trabajo) que en la universidad ya no tiene sentido el proyecto humanista. Cuando se refiere al fin del pensamiento, se refiere a que la universidad ya no se preocupará por cultivar el conocimiento, sino que será un lugar destinado exclusivamente a desarrollar la teconología y poco más. Quizás sea excesivamente fatalista, pero da en el clavo al recordar que el discurso empresarial-tecnocrático que domina en los rectorados es una ideología como cualquier otra y que está llena de apriorismos fácilmente desmontables. 


José Carlos Bermejo Barrera (2011) La maquinación y el privilegio: el gobierno de las univerisdades. Madrid. Akal. Este libro en el que se engloban varios artículos del doctor Bermejo Barrera ya lo reseñamos en otra entrada en este mismo blog.






  


Jordi Llovet (2011) Adiós a la universidad: el eclipse de las Humanidades (publicado originalmente en catalán). Barcelona. Galaxia Gutemberg. 408 pp. Llovet fue catedrático de literatura en la Universidad de Barcelona hasta el 2008, cuando decidió prejubilarse y abandonar las clases. La decadencia del estudio de la literatura y las Humanidades fueron los motivos aducidos para este retiro anticipado, durante el cual redactó este curioso libro en el que se despide para siempre, lleno de anécdotas y travesuras eruditas. En buena parte es una especie de autobiografía-memoria sobre sus años de juventud y madurez, y en mi opinión, creo que es la parte más provechosa (y divertida) del libro. Llovet explica cómo ha cambiado el mundo desde que entró en la universidad en 1965, y su testimonio personal e intelectual lo considero muy estimulante.
Ahora bien, las causas del "eclipse de las Humanidades" no me parecen demasiado originales. En resumen, Llovet señala al "progreso" como culpable de arrinconar la filosofía y la literatura. Quien sale peor parada, es la tecnología, culpable de simplificar y automatizar los procesos de aprendizaje que anteriormente requerían un esfuerzo intelectual que hoy en día se ha malogrado y desprestigiado. Llovet argumenta de manera impecable, invocando los argumentos de filósofos como Walter Benjamin o Hans-Georg Gadamer. El problema que veo es que está tan ocupado lamentándose del mundo que ha quedado atrás, que es incapaz de proponer algún cambio o de sopesar las ventajas que puede tener la democratización o la facilitación del acceso al conocimiento que celosamente guardaban esas élites intelectuales. Aunque el autor se declare progresista, a veces sus planteamientos suenan demasiado conservadores e inmovilistas. Eso no quita que haya reivindicaciones totalmente rescatables para nuestros días, como la idea de la universidad como una "sinécdoque", en la que todo lo que sucede en ella tiene una correspondencia con la sociedad. A diferencia de los estudiantes de los años 60-70, hoy en día sólo se ve la universidad como un lugar de paso para obtener su título (¡como si tener uno fuera garantía de empleabilidad inmediata!). Aún así, no deja de ser un libro de recomendable para todos aquellos que tengan amor por la filosofía o la literatura y que quieran oír las correrías de un viejo profesor. 


miércoles, 9 de mayo de 2012

Algunes apreciacions sobre el Consell de l'Estudiantat i les protestes més recents

Escric aquestes línies per aportar el meu punt de vista sobre una qüestió que afecta a tots els estudiants i que en aquestos dies ha generat vives discussions: el paper del Consell de l'Estudiantat de la Universitat de Lleida en les protestes que han tingut lloc en els darrers mesos. Abans que res, vull deixar clar que tot el que aquí dic ho faig a títol personal. La meva intenció és proporcionar una reflexió una mica més elaborada que els típics monòlegs que es fan a les reunions. Els arguments aquí expressats espero que serveixin per a la reflexió de tots aquells preocupats pel funcionament de la universitat.
El Consell de l'Estudiantat de la Universitat de Lleida (CEUdL) ha estat durament criticat, amb raó en algunes ocasions, i amb menys en altres. ¿Però, tenim clar que és el CEUdL? Aquest organisme fa la funció de representar als alumnes davant de tots els estaments de la institució universitària. Els seus membres són triats en unes eleccions en les que tots els estudiants tenien el dret tant de votar com de formar candidatura. Els darrers comicis es van celebrar al desembre del 2010, i al fer-se cada 2 anys, al desembre d'enguany es tornaran a fer. Hi ha un consell central, des d'on es tracta amb el rectorat, i un per cada facultat o centre. El central coordina i tramita les qüestions que superen les competències dels consells de facultat, però aquestos poden operar amb plena independència.
Fins aquí una mínima introducció. Com tots sabem, des de que ha començat la crisi estem vivint un procés de setge a l'Estat de benestar, en el que en nom de la competitivitat i del creixement es sacrifiquen drets que han costat anys de lluita al carrer i als despatxos. Es bastant esfereïdor constatar com les premisses bàsiques que feien de la societat europea una de les més dignes pels seus ciutadans estan contínuament sota atac. La universitat no queda al marge de tot això, i amb la excusa de la crisi, s'està duent a terme una veritable "contrareforma" neolliberal que només aconsegueix ficar a  tothom en contra, des dels rectors fins al PAS.
Per això, quan les mesures preses des del govern de la Generalitat i l'Estat amenacen seriosament l'autonomia i la integritat de la universitat pública, és normal que els estudiants surtin a manifestar-se. A tot l'Estat espanyol s'han succeït manifestacions i tancades contra les darreres decisions del ministre Wert, en la que s'inclou una pujada de les taxes de més d'un 50%. Fins i tot, els seus mateixos assesors reconeixen que aquesta "teràpia de shock" és massa forta pel sistema universitari.
Mentre els polítics i rectors negocien a porta tancada per intentar arribar al delicat equilibri de forces entre les necessitats de cada universitat i les exigències dels governs de torn, la desconfiança i la frustració s'acumulen en els estudiants. Apareixen propostes reivindicatives de manera espontània. Sembla que novament, hi ha una voluntat general de passar de la queixa improductiva a l'acció política, capaç d'articular un moviment que surti al carrer, com va passar ja fa un any amb el 15M. Que es quedi en una manifestació d'uns pocs estudiants més o que pugui empènyer a tots els sectors de la societat que s'oposen a aquestes mesures i obligar al govern a canviar de rumb, depèn de com s'articuli la protesta.
A la nostra ciutat,  la coordinació d'aquest moviment de protesta d'estudiants ha estat més aviat fluixa. El CEUdL clarament ha fallat i només tiren endavant els consells de facultats o assemblees de manera independent. Des de fa un any, l'únic que s'ha fet des del central ha estat afegir-se a les convocatòries quan així s'ha convingut. Se l'ha acusat amb molta raó de no moure's el suficient. Ara bé, per qué ha estat així?
En primer lloc, s'ha d'assenyalar la manca d'iniciativa d'una gran majoria dels seus membres . Quan va tocar debatre quina posició s'hauria d'adoptar per la vaga general del 29F, un correu enviat des del central a una llista de 65 claustrals només varen respondre 7. Això significa que només un 10% dels representants triats a les eleccions veia necessari respondre a aquesta pregunta. La resta no van considerar oportú respondre o simplement havien decidit organitzar-se per la seva banda, com va succeir a les facultats de Lletres, Educació i Agrònoms. Com a mínim, constata la manca de confiança dels seus components en aquest organisme a l'hora d'organitzar moviments de reivindicació.
En segon lloc, el central ha seguit una dinàmica en que ha preferit centrar-se exclusivament en els temes més acadèmics i burocràtics i ha descuidat el malestar entre la població estudiantil. Al no canalitzar aquestes manifestacions i al cenyir-se a al àrid (però necessari) àmbit de la política universitària, ha deixat que els moviments de protesta passin per davant. S'organitzen assemblees espontànies que el CEUdL es veu obligat a seguir-les per darrere a corre-cuita.
En conseqüència, es perd la legitimitat i la credibilitat als ulls de la majoria dels estudiants, ja que es veu que la única manera de actuar és mitjançant les accions espontànies. Només queden dos opcions possibles: deixar que cada facultat vagi a la seva i que trobi la seva manera d'organitzar-se; o cedir la seva funció representativa en congregacions que es marginen voluntàriament del marc institucional. Les dues alternatives són nefastes ja que dificulten el diàleg amb les autoritats i obvien les vies de comunicació que ja existeixen entre facultats, fent que s'hagi de partir des de zero.
En aquest procés cal remarcar que l'apoliticisme del alumnat fa mal a totes les iniciatives, vinguin d'on vinguin i es comportin com es comportin. L'apoliticisme dels nostres dies es caracteritza per una visió hiperindividualitzada, que considera alié, inútil o simplement farragós tot allò que tingui a veure amb les responsabilitats i drets ciutadans. Aquest desinterès en la vida pública s'expressa de moltes maneres, però davant de situacions com aquesta sorgeix una mena de resignació que fa impossible l'aparició de qualsevol iniciativa organitzada. El gruix dels estudiants fa la seva vida i considera que la defensa dels seus estudis és una font innecessària de problemes ja que no es pot canviar res. A la població universitària es reprodueixen a escala conflictes que operen a un nivell més alt. Plataformes com la PUDUP o les assemblees "indignades" només fan que demostrar que molts ciutadans no es reconeixen en els mecanismes de negociació i diàleg que disposen. Una assemblea només es representa a sí mateixa, mentre que els estudiants votats tenen la legitimitat que atorguen unes eleccions legals. 
És molt preocupant comprovar com els representants legals dels estudiants no veuen en la aparició de assemblees com aquestes la destrucció de la seva credibilitat. Potser això significa que no es estàn pels interessos d'aquells a qui diuen representar, sinò pels seus propis o fins i tot pels del partit que actualment ens governa a Catalunya. Si no hi ha un canvi en la manera d'actuar del CEUdL, s'han de buscar alternatives per plantar cara a la "contrarevolució" dirigida des del poder que busca limitar el dret a la educació. Les facultats que han demostrat funcionar de manera independent (FCE, ETSEA i Lletres) potser haurien d'unir-se i anar coordinades. El CEUdL està compost pels estudiants que han volgut entrar. Si veiem que no s'està anant enlloc, potser arriba l'hora de canviar la seva política des de dins. En tot cas, serà una assignatura pendent que els nous estudiants que vinguin hauran de revisar.
A països com Canadà i Xile, el moviment estudiantil ha aconseguit fer baixar a les autoritats del seu pedestal i obligar-nos a negociar. Ens hem de plantejar en quina proporció i cap a on hem de dirigir la nostra força. El voluntarisme i la espontaneïtat són aliats que permeten guanyat petites batalles, però no s'ha de perdre de vista el desenvolupament general de la guerra. A les oficines del Ministerio de Educación i de la Generalitat, no tindran en compte la veu dels estudiants fins que no comencem a demostrar que hi ha contingut darrere de les pancartes i les consignes. Potser caldria anar professors, estudiants i PAS amb pas ferm i deixar ben clar que una altra universitat és possible.

domingo, 9 de octubre de 2011

Antonio Orejudo - Un momento de descanso


















El escritor Antonio Orejudo (n. 1963), ha señalado en diversas entrevistas que el humor está infravalorado en la literatura. No le falta razón. Hay libros que están cargados de situaciones divertidas y provocativas, pero que detonan preguntas en la mente del lector que probablemente no se habría hecho nunca si se tratase de un ensayo convencional. El humor puede ser uno de los mejores recursos para enfrentarse a lo absurdo y a lo irracional de nuestra condición. En Un momento de descanso (2011, Tusquets) se deforman hasta el extremo situaciones que ya son ridículas por sí solas, y su autor prueba que sabe reírse de sí mismo y del mundo que le rodea. Nos enfrentamos a un libro breve, ideado como una catarsis que despedaza la situación actual de las Humanidades y la comunidad universitaria. 
La gravedad de la situación requería un tratamiento especial, y por eso es de agradecer que el autor de Ventajas de viajar en tren (Premio Andalucía de Novela del año 2000) haya tenido la valentía de escribir una novela de campus a la española. Ahora bien, esta tarea no le ha sido nada fácil. ¿Por qué? Según él, imaginar una historia absurda con los pasillos de nuestras universidades como escenario es un ejercicio estéril. Cómo se detalla en libro, esto se debe a que la realidad de la institución es tan disparatada que siempre superará a la ficción, y por lo tanto, cualquier intento de querer novelarla con gracia parecerá inverosímil y forzado. Sin embargo, Un momento de descanso supera esta dificultad con mucha pericia.
Antonio Orejudo es profesor de Filología Hispánica, por lo que creo que su testimonio probablemente esté plagado de parecidos nada casuales y muy deliberados. Así que con este pretexto, nos introducimos en una historia real, donde el verdadero autor nos explicará las aventuras que él y un tal Arturo Cifuentes pasaron de verdad. Entramos con esta advertencia, en un juego entre realidad y ficción, sátira y costumbrismo, seriedad y locura, ironía y esperpento.
La trama no creo que deba ser contada ya que es en sus giros y sorpresas donde radican muchas de sus virtudes como novela, además de las ocasionales travesuras formales. En primer lugar, creo que la pérdida de los ideales es uno de los temas que subyacen en este libro. Observamos como el personaje de Arturo Cifuentes vive desengaño tras desengaño. Ninguno de los fundamentos que le otorgan sentido a la vida (su mujer, su hijo, las clases, sus colegas, su maestro) resiste la llamada crisis de la mediana edad. La frescura con la que se enfrentaba a los retos intelectuales y vitales había desaparecido. Flojea, desconfía y se resigna
En el contexto de esta angustia vital, se añade la preocupación por el permanente estado crisis de las Humanidades. La novela se desarrolla en despachos, aulas y casas de profesores de literatura venidos a menos. Sus tesis y proyectos de investigación son pintados como ridículos e irrelevantes. Sus pesquisas se reducen a estudiar la obra de algún oscuro autor, detalles históricos innecesarios de alguna obra o elucubraciones artificiales sobre algún género literario. En general, minucias que a nadie importan, que de nada sirven y que no llegan ni para alimentar el ego de sus propios autores.
En el libro se plantea como en un mundo en el que la física o la genética han sido las verdaderas transformadoras de la realidad y del modo de comprenderla, el tradicional análisis de textos literarios ha llegado a quedar inútil. La solemnidad del conocimiento que proporcionaban las Letras ha quedado reducida a una serie de anécdotas. El narrador no duda en lanzar una dura crítica a la comunidad de filólogos y les recuerda su responsabilidad:
Los humanistas seguían empeñados en trabajar con textos. Textos que comentaban otros textos, que a su vez glosaban otros más remotos, en una espiral hacia arriba que les había hecho perder el contacto con el mundo empírico. Tenían una idead decorativa del mundo.  Creían que todo era un relato, que el capitalismo era un relato, que las relaciones humanas eran relatos, que el supermercado era un relato, y se ponían a comentarlo. (...) Cuando aceptaran sin miedo, como él empezaba a hacer, que el mundo no tenía nada de texto, sino que era un flujo incoherente y contradictorio, desigual, (...) habrían empezado a comprender la verdad. Los humanistas, (...) no tenían hoy nada que aportar al mundo. Por eso empleaban una jerga incomprensible y desdeñaban las exposiciones claras de los asuntos complejos. Huían de la claridad, porque sabían que la luz es la enemiga de la superchería. (p. 72-73)
Las Humanidades no habrían asumido la incertidumbre del conocimiento científico y del caótico mundo contemporáneo. A lo largo de esta obra, se ridiculiza la supuesta seriedad de unas disciplinas marchitas y que sólo se dedican a darle vueltas a  problemas anodinos. En el caso específico del estudio de la lengua, el núcleo de esta crisis se halla en su aislamiento respecto a otras disciplinas y en la perpetuación de una metodología hermenéutica. La cuestión no es ninguna tontería. ¿Cómo podemos pensar la literatura hoy? Orejudo no pretende responder elaborando una nueva propuesta teórica. Más bien, caricaturiza las consecuencias de la que se está aplicando actualmente.
Puede parecernos triste constatar como gran parte de la crítica literaria se ha quedado asfixiada y sin lugar en la sociedad, pero la novela trata de desmitificar irónicamente la erudición literaria como un valor. Si antaño era una manifestación de alto nivel civilizatorio y otorgaba una alta respetabilidad, en poco tiempo pasó a ser vista como un saber insignificante:
En menos de cinco años el estudio de la literatura (...) pasó de ser una prestigiosa ocupación cuya utilidad nadie cuestionaba a considerarse una disciplina inútil que sólo conducía a la frustración y al paro. Cuando terminamos la carrera comprendimos que estábamos al margen. Recuerdo la lúgubre cena de fin de curso, y la sensación compartida de que nos habíamos equivocado, de que habíamos cursado unos estudios inútiles, sin contacto con ese mundo nuevo que empezaba a despertar (p. 111-112)
La sociedad ha cambiado su orden de prioridades y el estudio de la lengua ha pasado a ocupar el nivel más bajo. No responden a las necesidades de una sociedad hipertecnologizada y sumergida en la cultura individualista del éxito fácil. Sin embargo, creo que la preocupación de Antonio Orejudo no es encontrar el motivo que ha llevado a la sociedad a ignorar la filología. En mi opinión, en esta novela busca demostrarnos cómo los académicos son tan decadentes como los demás miembros de esa sociedad, por lo que no precisan de demasiadas reverencias. 
Un momento de descanso merece ser leída especialmente por la caricatura despiadada que dibuja de la comunidad universitaria. Su punto más fuerte es que ataca su halo de supremacía moral y nos recuerda que sus miembros también pueden ser corruptos, miserables y deshonestos. Esto se narra a través del personaje de Augusto Desmoines, una especie de encarnación de varios personajes de la historia cultural española. Nacido a principios del siglo XX, es retratado como uno de los grandes artífices de la universidad española y como el mentor de una generación en la que Cifuentes y Orejudo se educaron. Por una serie de alocadas circunstancias, el narrador-autor se enfrasca en una investigación detectivesca en la que visita manicomios, monasterios y otros lugares siniestros con el objetivo de descubrir su verdadera identidad. La novela nos conduce a lo largo de toda una red de corrupción donde nadie es quien dice ser.
La conclusión es que el poder carcome la honestidad intelectual y la integridad ética. Los principios morales no resisten las tentaciones que ocasiona la capacidad de poseer autoridad sobre los demás. Ni siquiera en los claustros. La novela de Antonio Orejudo puede ser interpretada como una blasfemia dirigida a los guardianes del conocimiento, cuya supuesta honradez es tan injustificada como ridícula. Juan Francisco Ferré escribía que si él fuese ministro de Educación, se tomaría muy en serio este libro. Yo creo que debería tomárselo en serio todo aquél que pertenezca a la universidad. Mediante la sátira, el esperpento o simplemente el humor, Orejudo le da una paliza a los profesores, jefes de departamento, decanos y rectores. Aunque, como en toda caricatura, los rasgos están exagerados y convertidos en máscaras grotescas, no se pueden obviar las críticas a la hipocresía y a las corruptelas que existen en el sector. Un momento de descanso demuestra que el humor más vale tomárselo en serio, y que la seriedad más vale tomársela a risa. Frente a la rigidez que establecen las publicaciones académicas, con esta novela se reivindica que la literatura sigue viva y que tiene capacidad de reinterpretar con mucha gracia la realidad social en la que nos movemos.

domingo, 2 de octubre de 2011

José Carlos Bermejo Barrera - La maquinación y el privilegio


La maquinación y el privilegio es el último libro del profesor de Historia José Carlos Bermejo Barrera. En los últimos años, su inquietud por la situación de las universidades nos ha dejado varios libros: Ciencia, ideología y mercado (Akal, 2006), La Aurora de los enanos: decadencia y caida de las universidades europeas (Foca, 2007), La Fábrica de la ignorancia: la universidad del "como si" (Akal, 2009), La Fragilidad de los sabios y el fin del pensamiento (Akal, 2009) y Héroes de la innovación: romancero de Bolonia (Andavira, 2010).
Nacido en 1952 y catedrático de Historia Antigua desde 1992 en la Universidad de Santiago de Compostela, Bermejo Barrera ha investigado sobre la relación entre la mitología griega y su sociedad. También ha demostrado su interés por la reflexión de carácter teórico sobre la historiografía con obras de títulos tan interesantes como Fundamentación lógica de la historia: introducción a la historia teórica (Akal, 1991).
Creo que antes de analizar las ideas que expone en La maquinación y el privilegio, sería conveniente explicar las premisas más generales de con las que Bermejo construye su crítica de las universidades. En su artículo “La traición de los profesores y la pérdida de la dignidad académica” publicado en La fragilidad de los sabios y el fin del pensamiento, enuncia una tesis que considero crucial para situar en un contexto más amplio lo que analizaremos de ahora en adelante. A saber: 
Se está llevando un proceso (...) en el que la distinción académica dejaría de ser una distinción basada en el prestigio intelectual para convertirse en una distinción de tipo económico y político. Lo que sería debido, por una parte al creciente carácter anónimo que estaría adquiriendo el conocimiento científico, en el que las figuras de los grandes científicos (...) habrían prácticamente desaparecido. Y por otra, al proceso de integración absoluta de la ciencia y la tecnología, que aliadas a la economía darían lugar a la economía del conocimiento.
Lo que Bermejo nos viene a decir (tras un vertiginoso y apretado recorrido por la historia intelectual de la humanidad), es básicamente que el conocimiento estará cada vez más subyugado a la producción industrial, y por tanto, a los valores económicos. La tecnociencia o también ciencia post-académica es el resultado de un siglo en el que el inmenso poder del saber científico acumulado ha pasado a regirse por criterios económicos. La comunidad científica estaría virando a una organización en la que la figura del intelectual (entendida como vocero de la razón crítica) ya no sería relevante, debido a que su función es la de organizarse en base a las industrias con el objetivo de mejorar la rentabilidad y la eficacia de la producción. Esto significar para el autor que la universidad, tal como se ha entiendo desde su fundación, está en proceso de descomposición. La idea de un lugar destinado al cultivo del conocimiento en libertad estaría en el camino hacia el cadalso. Para él, esta idea es nefasta y perjudicial, ya que la creación de riqueza por parte de unas pocas empresas no tiene por qué significar riqueza para toda la sociedad y crearía una sociedad cada vez más sometida a su creciente poder.
La muerte de la universidad debe ser detenida a toda costa, en primer lugar mediante la distinción real y efectiva de las diferentes ramas del saber (en oposición a la actual igualación de los saberes humanísticos al conocimiento aplicable técnicamente); y en segundo lugar con un restablecimiento de unos principios éticos que hagan que la relación entre el intelectual y la sociedad se rija por la investigación, la enseñanza, y por el valor ético del conocimiento, no por la rentabilidad económica. Bermejo finaliza con un auténtico grito a favor de salvar los pensadores y de reivindicar su precaria dignidad:
Hoy en día, cuando muchos profesores querrían ser empresarios, o una caricatura de los mismos, políticos, o simples aduladores de los verdaderos políticos, o quizás compartir el poder y el terror que puede proporcionar el uso de la fuerza militar, deberíamos reivindicar la frágil dignidad de los intelectuales que alguna vez brilló momentáneamente en el transcurso de la historia.
Considero esta idea como fundamental para comprender el resto de esta reseña bibliográfica. Es una clara reivindicador de los postulados de la Ilustración y del pensamiento de la Antigua Grecia, que defiende que el conocimiento es intrínsecamente bueno y útil para el hombre, pues lo hace mejor y libre. En ella advierte de cómo la aplicación tecnológica del conocimiento científico, que un principio habría sido positiva y habría mejorado la calidad de vida, está contribuyendo a construir una sociedad en la que la dimensión emancipadora del saber puede acabar desapareciendo y en la que la razón utilitarista campará a sus anchas. Es en este contexto, heredero en buena parte de la Escuela de Frankfurt, donde creo que debemos situar la crítica de nuestro autor.
La maquinación y el privilegio es un libro compuesto de varios artículos anteriormente publicados, pero que sintetizan el pensamiento de José Carlos Bermejo Barrera y ofrecen una panorámica de la universidad española a tener en cuenta. En una breve introducción llamada "Bases para un expolio" nos presenta un retrato catastrófico de la universidad española, que creo que casi todo el mundo puede más o menos intuir: si ya había una administración errónea de las universidades del estado, a esto hay que añadir una crisis económica que obliga disminuir los recursos que iban destinadas. A lo largo del libro, además de realizar una crítica sin reservas a la línea actual de gobierno por la que se mueven todas las universidades, hallaremos en él varias propuestas e ideas que considero valiosas y necesarias si se pretende mantener y mejorar en la educación pública.

Nuevos cimientos para la universidad

¿Cuáles son los fundamentos en los que hay que basarse para mejorar la universidad? En el capítulo V titulado "Profesores y papeles: sobre el gobierno de las universidades públicas" se establece una propuesta de principios sobre los que debería edificarse una Ley de Universidades, y que inciden en los problemas que esa transformación del conocimiento está creando.
El primero es el Principio de autonomía relativa de las instituciones universitarias. Consiste en que las universidades deben ser independientes, y deben tener como prioridad la docencia y en la investigación. Con esto el autor viene a sostener que deben rechazarse aquellas corrientes que intentan equipararla a la empresa, ya que las universidades son públicas y no tienen propietarios. En segundo lugar menciona el Principio de estructuración de funciones. Aunque todos los miembros de la comunidad universitaria son iguales, sus funciones deben estar en una jerarquía. Esto no significa que el Bermejo sea partidario de castas aisladas y despóticas. Más bien, defiende que esta es una mediad necesaria para evitar que las funciones administrativas sean tomadas por personas que busquen manipular las funciones originales de los docentes. Por último se propone un Principio de autonomía funcional. Para que se cumplan los dos anteriores, es necesario que no haya organismos que intervengan en el desarrollo de las funciones básicas. Estas mejoras se llevarían a la práctica mediante tres actuaciones: la reducción de los equipos rectorales, la reducción de la burocracia y la optimización de los recursos.

La legitimidad del poder académico

¿Quién gobierna y quién debería gobernar la universidad? A esta pregunta responde nuestro autor en el primer capítulo dedicado a la legitimidad académica. Bermejo articula un breve análisis sociológico sobre la naturaleza del poder en las cátedras, y también sobre la retórica que la acompaña. Su procedimiento consiste en aplicar la clasificación establecida por Max Weber en su obra Economía y Sociedad, que distingue tres tipos de autoridad en las organizaciones sociales: tradicional, carismática y burocrática-racional.
La primera se basa en el prestigio personal, otorgado por su posición social y su sabiduría, y fue la mayoritaria en las universidades hasta el siglo XIX. El tipo de autoridad carismática sería aquella que se basa exclusivamente en la valoración de su trayectoria científica. Por último, el modelo burocrático-racional seria aquella por la que se normalizan y racionalizan los procedimientos de selección de estas personas.
El autor sostiene que el problema en el caso español es que nunca hubo un prestigio intelectual comparable, por ejemplo, al de a principios del siglo XX en las universidades alemanas. La autoridad basada en la carrera científica empezó a construirse muy tardíamente, después del fin del régimen de Franco. Sin embargo, Bermejo argumenta que este nuevo poder estuvo muy influenciado por el nuevo mapa de partidos políticos que se formó durante la Transición. De esta forma los méritos de los gobernantes de las universidades españolas nunca se formaron por la calidad de sus investigaciones (cuyos mejores exponentes siempre fueron pocos y aislados) sino por avenencias políticas.
El modelo en el que nos hallamos en la actualidad como consecuencia de este es la que el autor llama humorísticamente autoridad burocrática española no-racional. Su irracionalidad se basaría en que el prestigio se consigue gracias a los votos, lo que significa una perversa e intencionada confusión entre el prestigio político y el prestigio intelectual. Además, a esto habría que sumar el uso incoherente e inadecuado de un discurso empresarial en un contexto público. Esta autoridad maquiavélica se movería en círculo por tres espacios, pasando de una a otra con rapidez: el político, el académico y el económico. El prestigio se consigue gracias a la connivencia de los partidos autonómicos y al uso de una retórica vacua, a medio camino entre la del servicio público y la del beneficio privado. El lema de estos individuos sería sólo uno: ejercer el poder.
En este capítulo creo que Bermejo menciona muy sintéticamente algunos de los problemas que se pueden notar en general en el funcionamiento de la red universitaria española y de gran parte de sus funcionarios. La situación de puerta giratoria entre la universidad y la política produce situaciones irregulares y que no contribuyen a crear instituciones sólidas, sino que más bien instaura conflictos de intereses particulares y reinos de taifas donde la calidad docente e investigadora es lo de menos. Sin embargo, creo que debería matizarse y analizarse con más detalle, estableciendo cómo y dónde podría mejorarse esta situación. El énfasis que nuestro autor hace en el retorcido uso del lenguaje y en la confusión que comporta es desde luego lo más acertado. Cito textualmente un fragmento que me parece notable:
Todos los criterios sirven, todos los lenguajes se pueden utilizar porque, el fondo, quienes hablan en el campo de la autoridad y la legitimidad académica están convencidos de que en la universidad española las palabras no significan nada, porque todos los discursos son igualmente banales y se pueden utilizar paralelamente y simultáneamente, a pesar de que parezcan contradecirse entre sí.

La ANECA y el pensamiento único

Entre las medidas que plantea para detener esta situación, la abolición de la ANECA sería la más revolucionaria. El doctor Bermejo realiza un trazado histórico de esta institución y desenmascara su verdadera función: ejercer de organismo controlador mediante la evaluación de los estudios, en un país que nunca pudo administrar centralmente sus universidades. La perspectiva que se adopta en esta parte del libro es un análisis de la totalidad del sistema, para descubrir una irracionalidad que queda oculta por el retorcimiento del lenguaje hasta extremos ridículos.
Se argumenta que desde la llegada del PP al poder, se llevó a cabo una política neoliberal y centralista. Ahora bien, la privatización y centralización a ultranza del sistema de universidades públicas españolas nunca se materializó del todo. El motivo fue doble: por un lado la necesidad de pactar con los gobiernos autonómicos hizo imposible llevar a cabo semejante proyecto, y por otro la privatización a gran escala comportaría la desaparición de muchísimas universidades que no estaban preparadas para ello. Como sucedáneo a estas reformas que nunca llegaron, se creó la ANECA (siglas de “Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación”). Fundada por la ministra Pilar del Castillo, ministra de educación durante el segundo mandato de José María Aznar, las funciones de esta institución serían tres:
1. Introducir la ideología del libre mercado. Las características de esta ideología estaría basada en el uso constante de las metáforas de la empresa y el mercado, con la intención de reducir la educación al ejercicio de competencias y habilidades necesarias para ejercer un empleo. El autor considera esta visión como tremendamente pobre y simplificada del conocimiento que los estudiantes deben aprender en las clases. En ella se confunde deseo y realidad, ya que se compara el funcionamiento de la estructura social con la de empresa.
2. Dominar las universidades mediante el control de calidad. Se crearon todo un conjunto de nuevos procedimientos, normativas y textos que buscan vigilar a toda costa la enseñanza. Los sexenios y los proyectos de investigación pasaron a ser vigilados por comisiones de evaluadores. Para Bermejo esto ha significado la aparición de una casta oligárquica de burócratas cuya función es calificar a los demás profesores, de manera que se desarrollan sinergias de poder donde la afinidad política juega un papel crucial. En estas comisiones, la neutralidad brilla por su ausencia y cada grupo evalúa según sus influencias y conveniencias.
3. Cambiar el criterio de nombramiento del profesorado. Con la Ley de Reforma Universitaria, llevada a cabo por José Antonio Maravall durante el gobierno de Felipe González, se buscó descentralizar las oposiciones con el objetivo de desmantelar el viejo sistema franquista. La estrategia consistió en traspasar cada vez más competencias a las recién creadas comunidades autónomas y a las mismas universidades. Durante la legislatura del PP, no podía desmantelarse esta estructura sin esperar una reacción negativa de los gobiernos autonómicos, por lo que se prefirió usar la ANECA como mediadora. De esa forma, un profesor está sometido a un doble proceso de selección, en el que debe acreditar que sigue los criterios que le exigen tanto las autoridades locales, como los que impone esta nueva institución.
Esta situación provoca muchas consecuencias e implicaciones nocivas, que el autor critica con mucha dureza y de forma un tanto apresurada. Aquí hemos intentado separarlas para su mejor comprensión. Para empezar, provoca la existencia de contradicciones entre la realidad social, política e institucional de cada territorio, y los postulados que se exigen desde la Agencia:
Los políticos hablan de los parámetros de la evaluación (...) cuando dicen cómo piensan reformar la universidad. Lo que ocurre es que saben que no pueden reformarla por ser las universidades rehenes de los poderes autonómicos, avalados por el poder central, que vive en simbiosis con ellos. En cada Autonomía sus titulaciones son prácticamente intocables si las defienden los poderes provinciales o municipales, que también utilizan el vocabulario y la ideología de la evaluación y el pensamiento ANECA, para enmascarar unas realidades de cálculo electoral mucho más prosaicas y concretas.
Luego, se genera una contradicción entre las leyes existentes, específicas de cada universidad y las que se emiten desde el gobierno central. Es por tanto, una situación confusa en que las leyes se pisan unas a otras sin jerarquía y además aumenta la burocracia necesaria para aplicarlas y sostenerlas. En las propias palabras del autor, la universidad vive sumida en un mundo polinormativo hasta el delirio, descoordinado, disfuncional y tendente al caos. En el libro se exponen varios casos contradictorios, en los que se puede apreciar esta situación poco normalizada. El ejemplo más grave quizás es el de los antiguos licenciados que deseaban ejercer la docencia, pero que al verse atrapados en el cambio hacia el sistema grado+máster se ven obligados a hacer un máster, haciendo que el su título de licenciatura tenga un valor diferente al de los de otras promociones. En un anexo que acompaña el libro se detallan algunos conflictos bastante disparatados que se dieron en la Universidad de Santiago de Compostela.
En tercer lugar, se hallan las consecuencias de tipo ideológico. Bermejo argumenta que se genera un sistema donde la doble verdad y la ambigüedad es el único discurso posible, haciendo que el lenguaje sea constantemente cambiante y poco claro. La clave de estos equívocos sería la contradicción conceptual entre el discurso empresarial y la realidad institucional de la universidad pública. Se intenta de este modo, perpetuar un discurso contradictorio con la realidad que no se sostendría, si no fuese por la inercia de los individuos que lo perpetúan. 

Un caso de análisis: La Ley de la Ciencia

En un capítulo se pasa a analizar la llamada Ley de la Ciencia, que es titulada de fiasco y que ilustra en un caso concreto la transformación de las universidades. Para Bermejo, la estafa se encuentra en la pretensión errónea de querer mejorar la economía de un país gracias a la elaboración de una ley que rija la ciencia. Los argumentos de Bermejo se despliegan en dos. Por un lado, nuestro autor señala las dificultades a la práctica de estimular un sector I+D en España. Hay que tener en cuenta que este aspecto es muy reducido en este país, lo que significa que no existe una demanda real en el mercado que exija la formación de investigadores. Es por ello que muchos científicos españoles se ven obligados a emigrar en busca de mejores oportunidades. Además, se apunta que la situación real es que en el estado español el único capital interesado en invertir en las universidades es el capital financiero, es decir, los bancos. El mecenazgo de estas entidades con las universidades es interesado, ya que se busca establecer una relación de dependencia gracias el constante déficit presupuestario de las universidades. Por último, con esta ley se fomenta el enflaquecimiento de la investigación llevada a cabo en la universidad, ya que esta no puede competir con la investigación privada ocasionando un verdadero dumping de científicos.
El segundo tipo de argumentación, es en el uso que se le da a los conceptos de ciencia y conocimiento. En su uso retórico, se busca convencer de que el conocimiento es un productor de riqueza. Muy acertadamente, Bermejo recuerda que hay un error fundamental: el conocimiento no tiene nada que ver con la riqueza. Los tres parámetros básicos de la economía son la propiedad, el capital y el trabajo. Y en un proceso productivo las patentes que se pueden generar mediante la investigación científica se convierten en un mecanismo productivo, no por el conocimiento mismo implícito en el desarrollo de las mismas, sino porque tienen un propietario que tiene el capital suficiente para generar un proceso productivo a partir de ellas, ya las haya creado, comprado o arrendado.
El conocimiento por sí solo no “produce” nada si no tiene propietarios y un capital que lo ponga a funcionar. Con esto el autor viene a decir que la idea de una “sociedad del conocimiento” es falaz, porque ese conocimiento sólo produce riqueza porque hay una maquinaria industrial y empresarial que puede ponerlo a su servicio. Como se habrá podido notar, esto nos lleva de vuelta al problema que se señalaba en la tesis de “La traición de los profesores...”. Para Bermejo, hay que apartar la retórica y atreverse a definir lo que se entiende por “ciencia” desde la clase política y empresarial, que no es otra cosa que el conjunto de conocimientos que puedan permitir el desarrollo de unas técnicas aplicables en el campo de la producción de bienes para el mercado. La vinculación de la principal promotora de esta ley, Cristina Garmendia, a la poderosa industria farmacéutica así lo confirma.

Algunas conclusiones

El libro de Bermejo tiene la virtud de hacernos recapacitar sobre los conceptos básicos que manejamos diariamente, pero sobre los que no reparamos en sus significados y connotaciones. En mi opinión creo que entre los elementos más valiosos de su crítica es la adopción de una perspectiva sistémica, en la que parte de la totalidad de las relaciones entre conocimiento y sociedad.
Considero esto como positivo porque en primer lugar, es complicado encontrar una perspectiva crítica y al mismo tiempo, satisfactoria sobre la universidad. La bibliografía publicada sobre la actualidad de las universidades es inmensa, desde luego, pero la gran mayoría se hacen desde las propias instituciones y su función es explicar y justificar sus decisiones. Si pretendemos comprender el rol de la universidad en la era global desde el discurso del poder, sólo obtendremos una visión sesgada que imposibilita lanzar un juicio con un mínimo de objetividad. Por ello, pienso que debe tenerse en cuenta la opinión del profesor Barrera ya que se aleja de las explicaciones oficiales y ortodoxas; y proporciona una visión más integral de la posición de las universidades. El pensamiento crítico debe llamar la atención sobre las contradicciones y las verdades aparentes para ayudar a comprender los problemas realmente existentes. En esto, nuestro autor destaca brillantemente, ya que no parece deberle nada a nadie y lanza sus agudas observaciones sin reservas de ningún tipo.
La importancia de la adopción de un punto de vista sistémico creo que es necesaria porque nos hace pensar más allá de los problemas internos de la universidad. En el momento de abordar un problema en la academia, es fácil ignorar las implicaciones que las palabras y los hechos tienen fuera de las aulas. Ahora bien, el lenguaje y las pequeñas decisiones marcan parte de la tónica general de nuestra época, y no tener presente las implicaciones a nivel socio-político que una determinada política de profesorado puede tener es ver sólo una pequeña parte de la realidad. Georg Lukács consideraba que lo que distinguía al materialismo histórico de la ciencia burguesa era que el primero partía desde un punto de vista de la totalidad, mientras que el segundo separaba las diferentes áreas. Nos consideremos marxistas o no, creo que en un mundo tan conectado es sin duda más inteligente saber en qué contexto se insieren las pequeñas decisiones a nivel institucional.
Respecto a la evolución de la ciencia, la visión de Bermejo es una tesis que cuenta con sus defensores, pero que en mi opinión está parcializada. La historia de la investigación científica y sus implicaciones socio-políticas es un tema fundamental de nuestra condición contemporánea. La visión por la que se mueve su autor creo que es en parte limitada, y que es aplicable sobretodo a las ciencias sociales y a las humanidades. Otros profesores españoles como Jordi Llovet o José Luis Pardo son destacados defensores de esa tradición y enemigos declarados del Plan Bolonia. Ahora bien, su perspectiva acostumbra restringirse a su campo y a su modo de entender el conocimiento y su función en la sociedad. Quiero decir, acostumbran a ver la academia como un lugar dedicado exclusivamente al cultivo del saber como una virtud inherente a la condición humana. Esta dimensión debe mantenerse y no tendría por qué desaparecer. Las humanidades merecen ser defendidas a toda costa y se les debe reivindicar su posición en el conjunto del saber. Es deseable y necesario un que estas disciplinas no se sientan de modo alguno marginadas o minusvaloradas. Es más, diría que son enormemente necesarias para una época cada vez más tecnificada, pero que vive instalada en el cinismo más descarado. La filósofa norteamericana Martha Nussbaum habla de una crisis silenciosa, ya que la falta de reflexión ética en la enseñanza está ocasionando un déficit de valores que puede acabr destruyendo la cultura democrática.
Una vez dicho esto, queda pendiente revisar el impacto de la tecnología en la sociedad. El progreso científico sería incomprensible si ignorásemos los múltiples avances en las técnicas en la comunicación, medicina, etc.El poder transformador de la investigación científica se desplegó en toda su gloria a lo largo del siglo XX, ocasionando dos de las revoluciones más importantes que ha vivido la humanidad: la informacional y la genética. Ahora bien, su potencial depende de los usos que le otorgue la sociedad. Internet se diseñó para lanzar misiles, pero ahora también se usa como una magnífica herramienta de educación y entretenimiento. Así pues, en última instancia, nos referimos al problema ético sobre los usos de la ciencia. Tener esta cuestión en mente al pensar sobre la universidad es fundamental. Hay que evitar caer en los positivismos o cientificismos ingenuos que plantean la llegada de un nuevo mundo feliz basado en la tecnología, que ignoran deliberadamente los costes sociales y culturales. 
Respecto a los problemas más inmediatos sobre la universidad, estoy de acuerdo con Bermejo que debe defenderse su estatus público. La gestión de la universidad debe ser eficiente para que pueda garantizar que su faceta de investigación y de enseñanza pueda desarrollarse sin problemas y con independencia. Debe estar conectada con la sociedad y preparar los profesionales cualificados que esta necesita. Aún así, comparto con el catedrático que el problema empieza cuando se adopta una visión empresarial de la universidad. La empresa busca el beneficio, pero creo que la universidad es de las instituciones que debería intentar mantenerse al margen de ello. La pérdida de independencia de la academia es un verdadero peligro, porque si en una sociedad no se garantiza la libertad de investigar en sus cátedras, probablemente no se pueda ejercer en ningún otro sitio. Como caso reciente, conviene recordar cómo muchas de las instituciones financieras responsables de la crisis patrocinaban las publicaciones y departamentos de economía en universidades como Harvard o Columbia. Como era de esperar, aquellos papers no hacían otra cosa que avalar intelectualmente los instrumentos de ingeniería financiera y las políticas económicas, que luego acabaron por colapsar en 2008.
En ciertas áreas del conocimiento la vinculación con las industrias puede ser muy fructífera, como es el caso de la I+D que no acaba de despegar en España. En este caso, la vinculación a la empresa es un estímulo y una vía que permite mejorar el diseño de los productos o encontrar nuevas fuentes de energía. La empresa debe estar en la universidad, ya que en la estructura económica en la que vivimos cada vez está ganando más influencia. Pero considero que este poder debe limitarse cada vez más, y no fomentarlo y darle facilidades, como la ideología neoliberal defiende. La educación y la producción científica no tienen porque validarse mediante la consecución de beneficios, cómo si no tuviesen ningún valor si este no es cuantificable en moneda.
Por otro lado, creo que otras disciplinas pueden verse afectadas si se viesen obligadas a estrechar los lazos con el capital privado. Las humanidades y las ciencias sociales no tienen por qué producir cosas útiles o prácticas, sino más bien debe estar orientado a proporcionar un retorno social. Si en nombre de la rentabilidad, tiramos por la borda el conocimiento sobre la condición humana en sociedad, creo que el futuro se parecerá más bien a alguna distopía que no al brillante mundo de crecimiento económico y de felicidad tecnológica que nos venden los defensores del adelgazamiento de la universidad.
A diferencia de muchos otros autores, José Carlos Bermejo Barrera tiene la valentía de señalar las reformas que deberían hacerse, o por lo menos hacia donde deberían orientarse. Lo más difícil es probablemente cómo llevarlas a cabo, ya que como hemos visto, son en mayor parte competencia de los gobiernos. Sin embargo, nos referimos a un problema que va más allá de la política, en el que se insertan variables que escapan de las decisiones que pudiese tomar un rectorado, como la situación de las autonomías o los convenios a nivel internacional como Bolonia. Las conclusiones del libro llevan por título Bases para la reconstrucción de la universidad pública y constituyen a mi parecer un buen discurso preliminar a una posible reforma.
En última instancia, los problemas a los que nos referimos hacen referencia a distintos proyectos de sociedad, es decir, a ideologías. Bermejo es consecuente con esto, y explicita la suya y la de sus adversarios. Desde luego, es una discusión muy compleja en la que se entrelazan muchas cuestiones cruciales, y que requiere un debate honesto en el que se aborden las cosas por su nombre. Aunque los consejos que podemos leer en La maquinación y el privilegio sean matizables y, en ocasiones, difíciles de llevar a la práctica, no son para nada desdeñables y no iría mal que los apologetas de la sociedad del conocimiento más desatado las tuviesen en cuenta (para un análisis crítico de este concepto véase este artículo). Sea como sea, como se sugiere en el discurso de bienvenida a los alumnos que viene incluido en el libro, el futuro depende en buena parte del posicionamiento que estudiantes y profesores tomemos frente a las grandes transformaciones en la naturaleza del saber científico y de la academia.